domingo, 30 de diciembre de 2007

La última del año



Parece hecho a propósito, pero puedo asegurar que no: es la última entrada del año, y escribo para comunicar a quien la esté leyendo, mi primera exposición del que viene. Me hubiera gustado hacerlo con un poco más de antelación, pero me han confirmado la fecha hace apenas un par de días.

Siempre he creído que exponer es exponerse, y eso produce una rara sensación, mitad ilusionante, mitad pudorosa. Sin embargo, lo cierto es que la creación, cualquier creación, tiene las alas rotas si el autor no la aleja de sí.

No voy a explicar ni definir la obra que expongo, hace mucho que renuncié a explicar algo que no me corresponde, por muy padre de la criatura que uno sea. Allá quien lo vea y quiera convertirse, como es mi deseo, en cómplice. Sólo diré que el lema que la inspira no es caprichoso.

Aprovecharé esta última entrada del año para agradecer la fidelidad de los fieles y la eventualidad de los eventuales; el afecto de mis amigos y el silencio de quienes no tienen nada que decir.

Con mis sinceros deseos de felicidad para todos ellos en 2008 (joder, qué manida, la frasecita...)

jueves, 20 de diciembre de 2007

Pensamientos recurrentes

el treinta de octubre ya colgaban de las calles las primeras guirnaldas, apagadas aún, qué detalle, a los ojos de los transeúntes, cada vez menos sorprendidos del dislate anacrónico, algunos incluso luciendo manga corta y cervecita en las todavía concurridas terrazas de verano, son los largos prolegómenos de ese decreto no escrito pero fidelísimo a su cita anual con la dicha enlatada

hasta no hace mucho, la cosa era cuestión de un mes, ahora no nos arreglamos con menos de setenta días, usted es feliz, tanto si quiere como si no, porque la felicidad se tiene, o si no, se compra, el dinero es lo de menos, empiece a pagar en marzo, sin intereses

el hormiguero hierve en un frenesí compulsivo cuya razón última se desconoce, es una carrera contra el tiempo y contra la razón, va anocheciendo y nada ni nadie escapa a los salvajes destellos urbanos que acechan desde todos los escaparates, los viandantes se visten de grandes bolsas y cajas y paquetes, y corren, corren, corren en medio de decorados efímeros, ajenos ya al soniquete eternamente infantil de a belén pastorés, a belén chiquillós

las casas son, en su estúpido intento de originalidad, absurdamente clónicas, cordones de luminarias multicolores intermitentes, instalaciones verbeneras de no ser por la legión (moda infumable en su machacona repetición) de papanoeles trepando por una escala como queriendo alcanzar la ventana, todas las ventanas

llegas a casa y la tele te espera, paciente, a la hora que quieras, no te escapas, alguien decide que no has tenido bastante, todavía te falta la ración extra de anuncios (qué felices somos todos), sólo interrumpida de vez en cuando por breves fragmentos de alguna película

en el submundo, las ratas comparten jergón con los desheredados, que combaten inútilmente el frío con embalajes de cartón que hace unas horas contuvieron el último capricho, pero la riada sigue su curso enloquecido, apaciguando, si acaso, alguna conciencia, con rimbombantes y baratas solidaridades de salón

Mis mejores deseos de felicidad, de la de verdad, incluso -si es posible- en Navidad.
Un abrazo a todos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Sonrojo

Se hace público, para vergüenza nacional, el informe Pisa 2007 de la OCDE. En lo que concierne a los estudiantes españoles, parece ser que en Ciencias están bien (ya me gustaría saber con arreglo a qué referencia); no están mal en matemáticas, aunque el nivel es mejorable. Y la joya de la corona: ksuspenso manifiesto en comprensión lectora. O sea, que la mayoría de estudiantes no lee, y muchos de los que lo hacen, a la tercera línea no tienen pajolera idea de lo que están leyendo, salvo que sea un SMS o el cuento de Pulgarcito.

Telediario de Antena 3, día 4 de diciembre. Preguntas al azar, en la calle, a estudiantes de unos 15 años. De sainete. Verbi gratia. ¿Quién crees que fue mejor presidente de la república, Emilio Castelar o Azorín? Respuesta: "Hombre, pueees... to creo que Azorín, ¿no?" ¿Qué te parece que los frescos de la Capilla Sixtina sean obra de un español? Respuesta: "(Carcajada) Pues dabuten, España al poder." ¿Qué representó la subida al poder de Jacinto Benavente? Respuesta: silencio y cara de poker.

Los unos, echando balones fuera. Los otros, lanzando la pelota al tejado de los unos. Y en medio, más de veinticinco años de planes educativos indecentes, cuyos frutos harían sonrojar a un niño de primaria de hace treinta.

¿Cuáles son los cuatro puntos cardinales? "A, e i, o, u (sic)." Pues eso, que hemos perdido el norte.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Un guiño (para Diarios de Rayuela)



El amor por la tierra en la que le han parido a uno, no es transferible. Como tampoco lo es el dolor por el daño que le puedan producir, por insignificante que parezca. De ahí la exultación o el abatimiento. Hoy, que me pareces algo más próximo a lo segundo, quiero enviarte este regalo simbólico como testimonio del profundo cariño que siento por tu patria chica.

Un abrazo.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

¿Cómo dice...? (V)

Conviene dejar claro para general conocimiento, como se decía en tiempos, que ni soy lingüista ni Dios lo permita, porque si tuviera yo que vivir de la muy noble causa de velar por el buen uso de nuestra lengua, ya me habría avisado seriamente el corazón, estoy seguro. Vaya desde aquí mi más sincero testimonio de admiración a quienes lidian ese morlaco a diario, porque de ellos es el reino de los cielos.

Si algún mérito tengo (suponiendo que sea un mérito), es el de poseer cierta facilidad innata para la música, la pronunciación de lenguas extranjeras -lo que no me convierte en políglota, ni mucho menos-, y la certidumbre de que una cosa está bien o mal dicha en el idioma propio, aun sin poderlo argumentar. Y es que desde chico siento amor por la palabra.

Por esa misma razón, ruego a quien me cace un gazapo, circunstancia de la que no estoy libre, me lo haga saber de inmediato para pedir disculpas y rectificar, cosa que tampoco me cuesta ningún trabajo.

Dicho esto, vamos con las perlitas de hoy, que no tienen desperdicio.

1- Al día siguiente de la lectura pública de la sentencia del juicio por el salvaje atentado del once de marzo, doña Pilar Manjón asistió a uno de los muchos programas especiales que emitieron las cadenas de TV. Apenas iniciado su turno de palabra, esto fue lo que dijo: "Con lo que voy a decir, no quisiera dar una imagen impolíticamente correcta." Bien, poco más que añadir. Seamos benévolos y achaquémosle la coz a una lógica tensión emocional.

2- Programa radiofónico. Espacio en el que el oyente tiene la palabra para denunciar hechos o situaciones anómalas. Una señora un tanto airada, relata lo vergonzoso de la atención prestada en un hospital en obras en el que estaba "todo enfandangado". Pues, hombre, ya que al parecer estaba todo manga por hombro, digo yo que unos fandanguitos contribuirían a suavizar la situación.

3- Extraído de un diario local: "Un perro ha evitado que su dueño falleciera cuando un toro le atacó propiciándole varias cornadas". Lástima que no dejaran al perro escribir la crónica. Sin duda, lo habría hecho mejor que esta lumbrera.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Cartas

Lo abro como cada día, con gesto mecánico, recojo su contenido sin la menor curiosidad, y cuando entro en casa lo dejo encima de la mesa con la misma indiferencia con la que me vacío los bolsillos. Ya sé lo que hay, de modo que lo dejo para más tarde, dado su interés, y me dispongo a hacerme un café. Y mientras me siento a disfrutarlo, me sorprendo añorando una prática irrecuperable.

No soy de los que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, como tampoco me declaro vanguardista incondicional. Entre otras cosas, porque detesto el encasillamiento impuesto por las etiquetas, que suelen ser tan dogmáticas por un lado como excluyentes por otro.

Lo que echo de menos es que en el buzón ya no haya cartas. Me refiero, naturalmente, a aquellas misivas que eran todo un rito, un arte en sí mismas, sin que el emisor tuviera que ser necesariamente un artista. Era la elección del papel -no servía cualquier papel para según qué cosas-; la disposición para escribir que era necesario adoptar (sentarse a la mesa, tomar la pluma, contar con un poco de tiempo, cierta tranquilidad...); era la necesidad de pensar en el receptor, y así elaborar lo que se quería decir y cómo; era la liturgia de las formas (fecha, encabezamiento, márgenes...); era el pudor de no cometer faltas de ortografía, así como el placer de la caligrafía. Y también era el arte de doblar el papel adecuadamente para su digno acomodo dentro de un sobre que tampoco era cualquier cosa. Era, al fin, escribir, si cabe con mayor
esmero, el nombre y dirección del destinatario, un remite discreto y por último, la correcta colocación del sello.

Recoger del buzón una carta en la que veías tu nombre manuscrito, tenía un pellizco casi imperceptible de emoción porque llevaba implícito el anticipo cierto de que dentro del sobre, alguien, cuya identidad acababas de desvelar por su letra, tenía cosas que decirte a ti y sólo a ti; que su mano y su pluma y sus borrones estaban ahí porque tú estabas ahí.

Eran las cartas que emigrante en Alemania escribía a su madre, las que el soldado, a su novia, las que el amigo, al amigo. Y también las que han constituido el eje básico de las relaciones entre no pocos escritores, pensadores, políticos, científicos y artistas, sin cuyo amarillento tetimonio es posible que nunca hubiéramos podido acercarnos a su dimensión más humana. Y qué coño, las que constituyen por sí solas un género literario.

Hoy los buzones han devenido tristes receptáculos de propaganda, facturas y extractos de cuentas. Táchenme de romántico baboso y pastelón, pero añoro aquella práctica. Que sí, que los tiempos son otros, ya lo sé, que si el fax, primero, los SMS después, el mail, ahora, y mañana, lo que venga. Hoy todo es más rápido, y así debe ser, más sencillo, de acuerdo, todo en tiempo real, vale. Pero el hilo mágico, siempre nuevo y siempre único que tejía la carta en su recorrido, ése, no hay técnica que lo rehabilite. Pónganse la mano en el corazón y díganme si es lo mismo "guapa, te echo mucho de menos y te quiero", escrito con una estilográfica en un papel verjurado, que "wapa te exo muxo de - y tq" en la fría pantallita de un móvil.

viernes, 16 de noviembre de 2007

De fechas y gestos simbólicos

Es posible que esta entrada me procure algún tirón de orejas, pero tendré que correr el riesgo. Ayer, a las ocho de la tarde, como ya ocurrió el año pasado por estas fechas, y no sé si también el anterior, se apagó durante cinco minutos una parte significativa del alumbrado público de varias ciudades españolas. Ignoro si también europeas. La iniciativa, ya se sabe, de alguna plataforma de estas que proliferan ahora igual que las setas. Hasta no hace mucho tiempo, no había más plataformas que las petrolíferas, las del tranvía y las de los zapatos de las mujeres cuando aquella moda, pero se conoce que nos resultaron escasas. Ahora, el que pretenda hacerse oír, o se sube a una plataforma, o nada que hacer.

Bueno, pues a lo que iba. Ayer, apagón a las ocho, y a las ocho y cinco, de nuevo la noche urbana en todo su esplendor. Al fin hemos conseguido llamar la atención de la humanidad sobre los peligros del consumo desmedido de energía. Y la humanidad, que es tan sensible a estas cosas, aprenderá del gesto simbólico y moderará el consumo en lo sucesivo. Y colorín, colorado. Qué progre todo, cómo me gusta. Un minuto después nos seguiremos dejando la luz encendida, volveremos a dejar correr el agua innecesariamente o pondremos otra vez la calefacción a 26 grados porque a final de mes se paga y se acabó, pero, qué coño, habremos marcado un hito en la historia de la conciencia social con el apagón solidario.

Pero no nos conformamos con esto. Hay otras muchas plataformas y gestos simbólicos que están contribuyendo decisivamente a la creación de un nuevo orden mundial, al paradisíaco amanecer de una esplendorosa sociedad azul celeste y rosa. Por ejemplo, el día mundial (nada menos) sin tabaco, en el que, como es sabido, nadie fuma y se dispara la venta de caramelos; el día de la bicicleta, en el que, o coges la bici o eres un reaccionario, aunque la víspera la hayas usado por la Castellana y los conductores te hayan puesto a parir; el día sin coches, en el que resulta gozoso comprobar cómo las ciudades recuperan por arte de magia su romántico aspecto decimonónico. Pongan Vdes. un poquito de música de violín, que en este punto del relato, viene muy bien.

-Oiga, y todo esto, una vez al año, ¿resulta efectivo?
-Hombre, efectivo, no, pero son gestos simbólicos para la sensibilización.
-Ah, ya. Oiga ¿Y no podríamos fijar un día nacional de atención inmediata en el médico de la seguridad social? ¿O el día de la amabilidad del funcionario? ¿O el de la inmediatez en las respuestas administrativas?
-Pero, ¿usted en qué país vive?
-Pues en España...
- ¿Entonces?
- Ya, nada, usted perdone...

Lo tengo decidido. Si un día decido volver a fumar de manera regular, empezaré el día sin tabaco; el día sin coches, me pondré al volante para recorrer los cien metros que me separan del descampado donde paseo al perro; el día de la bicicleta, me quedaré en casa viendo en la tele el estilo con el que pedalea Gallardón; compraré pasteles para mi madre cualquier día menos el de la madre. Y si mis hijos me quieren regalar un libro, que lo hagan cualquier día menos el de San José. Y si algún día parto las peras con mi amore, a la que adoro, procuraré por todos los medios que sea el día de San Valentín. Por aquello del gesto simbólico.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cinco palabras

"Por qué no te callas".
Bravo. Ya era hora de que un jefe de estado le tapara la sucia boca al gorila fascista y opresor. Al asesino de las libertades de un pueblo al que dice representar. Seguirá cagando por esa boca, pero esto no se le va a olvidar. Cuando lo derroquen se acordará de que todo empezó cuando el rey español le mandó callar.
Si no fueran tan prepotentes, tan estúpidamente soberbios, tan estériles en sus dogmas, nuestros políticos deberían ver en el corajudo gesto real una lección magistral. Especialmente quienes le hacen el caldo gordo y le ríen las cancioncitas a este canalla y a otros de su ralea.
Lo políticamente correcto no cabe frente a los comemierdas incorrectos.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Más sobre los procesos creativos


Otras veces es mejor dejar que la mano anticipe su movimiento al de la cabeza. Hay días que, por lo que sea, vienen así. Entonces no hay lienzos blancos con los que iniciar el contacto, ni ideas flotando a la espera de ser cazadas. No. Tan solo un lápiz en la mano y un cuaderno de bocetos. Es mejor pensar en algo leve, incluso frívolo. O sintonizar una emisora absurda (eso no cuesta ningún trabajo), o una música estúpida (menos todavía). Algo, en definitiva, que no permita la concentración. De ese modo, la mano tiene que ver cada vez menos con la cabeza, y cuando quieres darte cuenta, hay dibujadas unas figuras inconexas, carentes de orden aparente, que van llenando la superficie que tienes delante. Algo así como el garabateo absurdo de alguien que tiene la costumbre de tontear con un lápiz y un papel mientras habla por teléfono.

Poco a poco, sin prestar más atención que la justa, se van perfilando más unas líneas, se repasan levemente otras, se corrige un perfil o se elimina una arista.

Es entonces cuando, quizá tras una pausa para hacer café o para estirar las piernas, observas lo que has hecho y te parece que aquello podría ser un pájaro. O un busto de mujer. O una chica embarazada. Se diría que la mano lo sabía desde el principio, pero la cabeza, no.

Sólo a partir de ese momento, ambos ejecutores empiezan a trabajar juntos, sabiendo ya claramente lo que se quiere trasladar al lienzo. Y sólo a partir de ese momento se hace imprescindible eliminar la bazofia que sale por los altavoces y ponerse a trabajar en serio.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Jálogüin

Ahora que los muertos vivientes, o los vivos murientes o lo que quiera que sea la tontuna esta, han vuelto, al fin, a la confortable humedad de sus tumbas, es hora de que los vivos vivientes hagamos alguna reflexión al respecto.

Ya quisiéramos muchos que las leyes españolas se cumpliesen con la mitad de rigor con que se cumplen las directrices no escritas provenientes de EE.UU. Los yanquis son imperialistas, prepotentes, belicosos, invasores, interesados, infames, viles, manipuladores, altivos, soberbios y todos los amables adjetivos que Vdes. quieran añadir. Pero como un día les dé por comerse el palo del chupachup y tirar el resto, en España se arruina la industria del caramelo.

Que sí, que mucha tradición y mucha gaita, pero las tradiciones suelen arraigar con enorme fuerza en la tierra donde nacieron, abonando de generación en generación las costumbres y la idiosincrasia de las gentes que la habitan. A veces son exportables porque encajan bien en alguno de los cientos de aspectos importantes que conforman la comunidad mundial. Pero me parece -hombre, tampoco soy etnólogo-, que la mayor parte de las tradiciones tienen el vuelo corto (el de la distancia, claro, no el del tiempo). Salvo cuando vienen de EE.UU., me cago en la leche.

¿Quieren Vdes. decirme qué tiene que ver con nosotros una estúpida calabaza hueca con agujeros a modo de ojos y boca, y una vela encendida dentro? ¿Y que además se supone que tiene que dar miedo? Pero, coño, si aquí la calabaza ha estado siempre ligada al labriego de pana, alpargata y azadón.

Pero, vamos a ver, con lo que este país nuestro es para con sus muertos (recordemos que sólo hay una ofensa equiparable a la de mentar la honestidad de la madre, y es me cago en tus muertos), ¿va a resultar ahora que en los cementerios tienen que salir a pasear una noche al año un ejército de ridículos andrajosos haciendo uuh, uuh? Pregunten Vdes. a cualquier borrego disfrazado de momia lo que significa Halloween, y les dará una conferencia. Ahora bien, pregúntenle después quién fue Zorrilla y seguramente les dirá que una pilingui joven; pregunten quién es don Juan Tenorio, y les dirá que uno de operación triunfo.

Preparémonos. Dentro de nada tendremos que celebrar el día de acción de gracias. Compraremos para la ocasión un pavo de 38 kilos y el cabeza de familia tendrá el honor de trincharlo entre la emocionadas lágrimas del resto de los comensales. A poco que los americanos se empeñen, nuestros niños jugarán sólo al beisbol, y todos, sin excepción, sufrirán un terrible trauma de por vida cuando alguna vez su padre se olvide de ir a verles jugar un partido. Atentos, ya queda menos para cambiar el 6 de diciembre por el 4 de julio.

¿Vdes. se imaginan a un yanqui con boina? Pues aquí a nadie extraña un español con gorra NY. ¿Vdes. han visto a un yanqui metiéndose unas fabes entre pecho y espalda? ¿O comiendo jamón pata negra, o paella? Pues aquí las franquicias de comida basura made in USA llevan años haciendo su agosto. Está haciendo estragos en nuestras calles y discotecas el hip-hop de gorra torcida, camiseta XXL y pantalón cagao. ¿Han visto Vdes. a algún yanqui bailar sevillanas (quiero decir, sin que parezca un extraterrestre)? Yo, no.

Pero, cuidado: Clinton bailó la macarena. La venganza está próxima.

jueves, 1 de noviembre de 2007

¡Socorro, los asesores!

Parece bastante claro que el de los asesores de imagen es un sector que no pasa por sus mejores momentos, a juzgar por el ganado que vemos y oímos en los medios de comunicación todos los días. Válgame Dios.

Yo siempre había creído que los asesores de imagen eran un grupo de profesionales -desde psicólogos a decoradores, desde diseñadores a peluqueros, desde maquilladores a lingüistas- cuyo trabajo consistía en ayudar a determinado personaje público a moverse, hablar, peinarse o decorar su entorno de acuerdo con lo que se supone que la gran masa espera de él. Y en ayudarle también a evitar poses, palabras, posturas, latiguillos y otros automatismos que, tomados de uno en uno no significan gran cosa, pero que en un momento dado se pueden convertir en una cagada incómoda.

Pues bien, se diría que últimamente los principales partidos de esta feria han llegado a un acuerdo mediante el cual, los asesores del gobierno trabajan para la oposición y viceversa.

¿No se cansará el señor Acebes de arrastrar la última sílaba de la penúltima palabra de una frase, como si estuviera pensando en cómo terminarla? Verbi gratia: "No se puede negociar con loooooos terroristas". O bien: "No apoyaremos estaaaaaaa medida". Si lo observan Vdes., verán que llega a resultaaaaaaar cansino.

Sigamos ilustrando. A ver. Quién. Puede. Explicarme. Por qué la. Vicepresidenta. Del gobierno. Habla. A saltos. ¿Cómo es posible que el ministro de trabajo y asuntos sociales siga colocándose esa especie de bisoñé (aunque sea su pelo, parece un bisoñé), al modo de un querubín de Rafael? ¿Por qué no se corta un poquito el Sr. Zaplana con su falso moreno de yate, o en su defecto, se calza unas gafas de sol? ¿Quién le ha dicho a l Sr. Aznar que el bigotito ya canoso encaja con esas melenitas tintecastañas super hiper mega cool de niñato del barrio de Salamanca, osá, que luce con orgullo de veinteañero? ¿Por qué no hacen algo con las cejas de Ibarretxe, que parece (como ya apuntó agudamente mi amigo Diarios de Rayuela), recién llegado de Star Trek? ¿O con su calva, para que no parezca un helipuerto? En fin, dicho esto, pongo mi imagen a disposición de cualquiera que me quiera fusilar. Mis últimas palabras serán: "Vale, pero yo no tengo un asesor".

Pero vamos con la crème de la crème. Zapatero y su Z. Tiene guasa, que diría mi amigo sevillano Sir John More. Ahora va a resultar que un error de dicción, que el presidente repite hasta aburrir a las almejas, va a ser la estrella, el santo y seña de su campaña. Manda huevos. El atril de alocuciones se ha convertido en una gran Z roja, y lo peor es que, presidiendo el espacio tras el tribuno de turno, aparecen, enormes, altivas, orgullosas, cuatro palabras a modo de lema para la posteridad: Solidaridaz, Seguridaz, Modernidaz, Sensibilidaz. Claro que, en descarga, se dice que los asesores en la materia han sido los mismos que llevaron al congreso el plan de educación.

A mí, sinceramente, la campaña de marras, aparte de poner de manifiesto la indigencia creativa de sus autores, me parece una soberana gilipolled.

lunes, 29 de octubre de 2007

Azul



Lo único que tienen en común los prolegómenos de la creación de la obra son los aspectos puramente mecánicos: el corte medido de la tela, el montaje adecuado de ésta sobre el bastidor, el tensado, la imprimación y el tiempo de espera hasta que seca. Este último paso es el que empieza casi siempre a marcar la diferencia entre un cuadro y otro . Ahí es donde de verdad se empieza a trabajar, en la observación del soporte ya dispuesto, blanco, virgen, casi provocador. Es un proceso lento pero siempre productivo, pues esa observación termina por transformarse en una suerte de diálogo del que va a depender que el objeto pictórico se defina en formas, colores, contornos netos o aguadas imprecisas.
En este caso, acabado el diálogo, entre mis ojos y el lienzo solo flotaba un concepto: "azul". Eso fue todo.

viernes, 26 de octubre de 2007

Gore, Gore,... que te pillo.

Recordarán Vdes., sin duda, el viejo clásico de Delmer Daves El árbol del ahorcado. George C. Scott interpretaba el papel de un predicador histriónico y apocalíptico en un a tierra de colonos y buscadores de oro.
¿Y por qué me acuerdo yo ahora de esto? Pues no sé, pero sospecho que Al Gore tiene algo que ver.
Mi autoridad científica en el asunto del calentamiento global, el cambio climático y todo eso, viene a ser aproximadamente la misma que la de mi perro, pero suelo practicar la humana facultad de la reflexión, cosa que hasta el momento, mi perro no ha podido hacer.
Vaya por delante el respeto debido a toda persona que tenga la condición de tal, pero hay algunas cosas en la actitud de este tipo que hacen chirriar el engranaje de esa gigantesca máquina mercadotécnica que ha puesto por medio, por más que no le falten razones para avalar lo que propugna. O al menos, parte de ello.

Esta arenilla es la que hace sonar los rodamientos:
- Como vicepresidente de Clinton, Al Gore no se adhirió al protocolo de Kyoto. Recordemos que EE.UU. es el país más contaminador del mundo.
- No ha desmentido ni justificado que el gasto energético de sus propiedades inmobiliarias supere en veinte veces el de cualquier familia media.
- En sus conferencias, por las que viene cobrando 200.000 euros (o dólares, tanto da), no permite turno de preguntas.
- Numerosos puntos de su obra de divulgación han sido rebatidos por buena parte de la llamada comunidad científica.

Con estos precedentes, aquí el pollo viene a decir que ojo, que la Florida se hunde, que si el CO2 y que si el efecto invernadero. Los progres se arroban escuchando un discurso por el que han pagado 1.200 euros, en el que no pueden plantear dudas, y cuando el orador termina, recoge su puntero y sus filminas, pone la mano y se va en su jet privado (cuyos tanques de combustible creo que están llenos de agua destilada), acompañado de tres o cuatro personas más, y pone rumbo al siguiente salón de congresos.
A mí me parece lícito y perfecto que este personaje (¿se han dado cuenta de que ha engordado lo menos 150 kg. en los últimos diez años?) haya encontrado en la portavocía -que decide arrogarse- de un problema planetario, el filón de su vida, siempre que haya gente dispuesta a subirle a los altares de la ecogloria. Haber logrado colocarse en este nivel, es un mérito que no debemos negarle. Pero yo digo aquello de que la mujer del césar no sólo tiene que ser honesta, sino parecerlo.

Espero que por su discurso tras haber recibido el Príncipe de Asturias, le haya hecho una rebajita a la Fundación.

Dura lex, sed lex

Y la justicia se pronunció. Han sido días de incertidumbre y dudas, de tensa espera, pero al fin ha hablado la señora ciega de la balanza.
La víctima ha cometido el error de conservar todos sus dientes tras la patada en la cara; de no presentar hematomas (salvo los psicológicos, que, al parecer, el escaner no ha detectado). Por lo tanto, no ha habido delito, sino falta. Y la prueba del video no resulta del todo concluyente, quizá exista alguna duda razonable sobre la intención del sujeto.
El agresor ha sido ejemplarmente condenado a la libertad sin fianza, a permanecer a más de mil metros de su víctima, a no utilizar la línea 8, a presentarse dos veces al mes ante el juez y dos veces al día ante el comisario. Se barajaban otras sanciones, como dejarle sin postre, prohibirle jugar a la play o amenazarle con no volver a dejarle entrar en Port Aventura, pero parecían medidas demasiado crueles y desproporcionadas para con la falta cometida. Además, el condenado parece dispuesto a rehacer su vida. De hecho, se le presenta un esperanzador futuro como entrevistado en algunos programas de mierdavisión, previo pago de mil euritos para las birras.
Entretanto, aún no se ha podido determinar con exactitud de dónde viene el hedor, si del legislativo o del judicial.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Crónica de sucesos.

Barcelona, 22 de octubre de 2007



El pasado día 4, aunque la noticia no ha trascendido hasta hoy, tuvo lugar un incómodo incidente en tre dos pasajeros del metro, con resultado de contusiones leves en la persona de uno de ellos. Los hechos fueron recogidos por una cámara de seguridad del vagón en el que viajaban ambos implicados.
Al parecer, todo comenzó cuando un ciudadano español se vio descaradamente provocado por la presencia de una ecuatoriana que estaba sola, sentada a varios metros de distancia. La presencia de la joven hirió la sutil sensibilidad del hombre, quien, con el fin de evitar penosas equivocaciones, se acercó prudentemente a ella. Una vez confirmadas las sospechas en cuanto a su condición de inmigrante (rasgos físicos, tono de la piel...), se vio obligado a responder a la provocación propinando a la muchacha, de dieciséis años, dos o tres bofetadas, al tiempo que iniciaba un amigable diálogo con un "inmigrante de mierda". Comoquiera que ella trató de cubrirse la cabeza, dejando el torso desguarnecido, el joven no tuvo más remedio que pellizcarle un pecho, evidentemente como muestra de buena voluntad.
El incidente podría haber quedado en estas minucias, pero según se aprecia en las imágenes, la pasajera permaneció quieta, acurrucada y en silencio, lo cual debió de ser considerado por el hombre, como es lógico, como un acto de soberbia o al menos, de mala educación, por lo que, seguramente a su pesar, no le cupo otra opción que dar una patada en la cara y otras pocas bofetadas a la provocadora. Después, salió del vagón.
Fuentes generalmente bien informadas aseguran que el joven no quiso denunciar el hecho. No obstante, fue llamado a declarar, quedando casi inmediatamente en libertad con cargos (se desconoce qué cargos).
En otro orden de cosas, y sin que apenas tenga que ver con el caso, las mismas fuentes afirman que mientras el ciudadano declaraba, un fiscal fue visto jugando al parchis.

lunes, 22 de octubre de 2007

Valdano, o la cursilería del rapsoda

Una vez más, la transmisión de un partido de fútbol, o más bien los comentarios de los lances del juego, me producen una sensación a mitad de camino entre el hastío y el ardor de estómago. Esta vez no es el comentarista habitual de la Sexta (pesadísimo, por otra parte), sino su invitado, Jorge Valdano. Qué manera de adornar y adornarse, de hacer florituras bobas e innecesarias con las palabras, de sobar circunloquios absurdos. Bueno, ya le conocen de cuando entrenaba al Madrid: era ver un micro delante de él y se le saltaban las lágimas de emoción.
Bien, sólo dos apuntes. Poco después de que Riera, delantero del Español, marcara el primer gol, rematando de un cabezazo impecable un saque de esquina, el rapsoda hace un comentario: "Riera tiene una elevación vertical parecida a la de Ayala". ¿Tan ordinario le resulta decir salto? ¿Es más ilustrativo soltar esa lírica estupidez?
Poco antes del final del partido, el Madrid parece volcarse, ya inútilmente, en el área contraria. Y se oye la autorizada voz del ex-deportista:"Un gol del Madrid incidiría en el sistema nervioso del Español".
Cursiladas de este tamaño son las que inciden en el mío.

sábado, 20 de octubre de 2007

¡A ver quién me corrige!

Escritores, periodistas, consejeros de cultura, profesionales de la radio y la televisión, artistas, actores, cineastas, presentadores de eventos. A muchos representantes de estos y otros gremios les he oído decir con desesperante frecuencia Neardental por Neandertal. No sé si se han percatado de que lo que nombran, aparte de no significar nada, suena más a consulta de odontólogo que a otra cosa. Pero todo vale, nadie les llama al orden.
Bien. A partir de mañana voy a empezar a decir Grabiel, nesecidad, prespectiva, anédocta y ojebto. A ver quién tiene narices de corregirme.

viernes, 19 de octubre de 2007

Una respuesta (para Sir John More)

(Conviene leer Sobre el activista cristiano, para Amart).


Querido Sir John, supongo que conocerás el chascarrillo: le preguntan a un labriego si cree en Dios, y el hombre contesta "yo, de religiones, nada, ni siquiera creo en la católica, que es la verdadera". Pues así, desde que el mundo es mundo. El hombre, oscilando entre su poder y su insignificancia, entre lo que cree controlar y lo que parece transcenderle, incurriendo en constantes contradicciones desde la noche de los tiempos, inventando historias para hacer explicable todo aquello a lo que no ve explicación. ¿De dónde, si no, los ritos primitivos con sus megalíticas arquitecturas, las brillantísimas mitologías posteriores, el nacimiento, al fin, de las religiones?
Como tantos, fui a un colegio de curas desde los cinco hasta los diecisiete años. No tengo, en general, mal recuerdo, aunque siempre estarán frescas en mi memoria las imágenes de algunos curas y profesores a cuya labor educativa debo mucho, así como las de algunos curas y profesores que entonces me parecieron unos hijos de puta y hoy me lo siguen pareciendo (recuerdo bien los nombres de unos y otros).
Mi educación religiosa, así, fue lo que fue, y cuando tuve edad de pensar por mí y de plantearme dudas, descubrí que la figura de Jesucristo era una cosa (dimos bastante historia sagrada, claro), y la de su iglesia, a través de sus representantes, otra muy distinta. Luego, al leer algo de Historia Universal, del Arte, y algunas cosas más, me convencí de que la naturaleza corrupta de muchos de los representantes más preclaros de la iglesia, nada tenía que ver con el mensaje de Jesucristo. Y así se produjo la disociación. Hoy me identifico con el legado de aquel hombre que fue capaz de movilizar a las masas predicando consignas tan asombrosamente revolucionarias como el amor al enemigo, el perdón sin condiciones y el ejercicio de la no violencia.
Eso es lo que me vale, Sir, aunque no soy capaz de llevarlo siempre a cabo. O sea, casi nunca. Es muy difícil. Lo demás, sinceramente, y perdón por la expresión, me la sopla. Me la soplan los cristianos de escaparate y gomina cantando simplezas monjiles, como los que describes (y a los que creo que dedicas bastante más espacio del que merecen); me la soplan los charlatanes de discurso apocalíptico, muchos de ellos con una mano en el misal y la otra en la culata; me la soplan las señoronas de relumbrón y chanel que salen de misa como de la pasarela Cibeles, pensando en el chorreo que van a echarle a su mucama por no limpiar bien la plata; me la sopla y reniego de la macro riqueza de muchos de quienes se sienten legítimamente llamados a predicar la pobreza y la misericordia y la caridad (mensaje central de Cristo); me la sopla quien cierra las puertas del templo a quien ha osado divorciarse. A mí, Sir, me la sopla mucha gente, qué quieres que te diga.
Sin embargo, me descubro ante quien tiene el valor de dejarlo todo y marcharse a compartir malarias, aunque no haya pisado una iglesia en su vida. O ante los misioneros anónimos, sean curas o peritos agrícolas, que se largan a la selva del Perú a enseñar a leer. O ante quien, movido por la voluntad de Dios (ellos así lo creyeron) fueron capaces de escribir algunas de las más bellas páginas de la literatura universal (Santa Teresa, San Juan de la Cruz). O ante figuras de la talla de Teresa de Calcuta. O ante un payaso vocacional que lleva varios años dando la vuelta al mundo en bici, haciendo reír a los niños de cientos, miles de poblados inmundos (por cierto, si no conoces su web, es biciclown.com. Muy recomendable).
Te decía, amigo Sir, que estoy a años luz de los meapilas y de los visones de comunión diaria. Pero me encuentro muy cómodo creyendo en aquel hombre (que, por cierto, existió).
Soy un mal cristiano, lo sé, y no tengo muy claro cuál es la transcendencia ultraterrenal del personaje; estas cuestiones no pueden dirimirse desde la razón, y mi fe, la verdad, hace agua. Por otro lado, jamás me preocupé de hacer proselitismo de ninguna clase, lo cual no creo que me procure muchos puntos para una plaza en la eternidad. Trataron de hacerlo conmigo una vez, siendo yo muy joven, un tipo relamido, del opus, en un tren. Tardé en mandarle cerca lo que tardé en oírle hablar.
En fin, Sir, siempre he tratado de hacer bien, o al menos, de no hacer daño a nadie, pero no porque lo dijera Cristo, sino porque mi madre, a la que tengo la fortuna de conservar, se ocupó de ello.
Por último, amigo, aunque haya discrepancias, déjame decirte que no me habría molestado en escribir este texto, contestando al que has tenido la delicadeza de dedicarme, si tu exposición no destilara buena voluntad y respeto de la primera palabra a la última. Admiro tu elegancia y espero seguir disfrutando mucho tiempo de tu magnífico cuaderno.
Y no te preocupes, ya sabes lo que decía el viejo profesor : "Dios nunca abandona a un buen ateo".
Un fuerte abrazo.





martes, 16 de octubre de 2007

¿Cómo no se me ocurrió?

A medida que voy cumpliendo años, va creciendo en mí el convencimiento de que soy un hombre afortunado. Porque vivo de casualidad. ¿Algún accidente felizmente superado? ¿Alguna enfermedad incurable vencida? No, no, gracias a Dios, nada de eso. Verán. Cuando era niño, y en una casa con mucha gente y los recursos limitados, mi alimentación era lo que era: leche con galletas para desayunar; bocadillo (todavía no se llamaba bocata) de mortadela para el recreo (todavía no se llamaba segmento de ocio, la madre que los parió, qué cursilada); lentejas, o cocido, o albóndigas, o pescado, para comer; otro bocadillo de lo que fuera, para merendar; y una sopa y algo más para la cena. Bastante completo, ¿no?. Bueno, pues eso es lo que yo creía, pero no.
Vivo de casualidad y me doy cuenta ahora que descubro que nunca me dieron ningún lácteo monodosis a base de L-Casei immunitas, que casi parece una sentencia de Horacio, para protegerme de los factores hostiles externos. Cómo me fue posible soportar las duras jornadas escolares sin semejante seguro, es algo que me maravilla.
Pero eso no es todo. ¿Cómo puedo haberme salvado de algún telele por no consumir las imprescindibles isoflavonas sin las que hoy no es posible sobrevivir? Creo que esto va a tener consecuencias serias.
Me miro al espejo alarmado, descompuesto, aterrorizado. Me palpo el cuerpo buscando con desesperación los efectos irreversibles de alguna otra carencia esencial. Un sudor frío me empapa la frente... ¡La frente!¡Pero si está cada vez más despoblada! Me doy golpes de pecho, toda la culpa es mía por no haber utilizado (ahora se me hace la luz) algo tan elemental como un nutricosmético a base de taurina y catequines de té verde. ¡Cómo se me pudo pasar!
Observo mi imagen demudada, no me reconozco, algo me oprime los pulmones. ¡Qué me pasa...! ¡Ya está! ¡El betaglucano! ¿Cómo he sido tan inconsciente de no incluir en la dieta el betaglucano?
Se me seca la boca, se me pega la lengua al paladar, esto es el fin, qué me está ocurriendo... ¡Socorro, lo acabo de descubrir, quizá demasiado tarde! Toda la vida limpiándome los dientes con Profidén, torpe de mí. ¿Por qué no lo habré hecho con peróxido de carbamida, hombre, si es lo natural? Me veo desdentado en 24 horas.
Camino con dificultad, más bien, me arrastro, se me nublan las ideas, esto se acaba. Intento llegar a la cocina, al fin lo consigo, abro la nevera reuniendo mis últimas fuerzas. Busco, rebusco, derramo la leche, aparto de un manotazo la fruta y las cervezas, que ruedan por el suelo con estrépito. ¡Maldición! ¡No encuentro yogures bifidus actirregularis! ¡Qué va a ser de mí! Creo que voy a dejarme morir, no lo soporto más.
Pero no, hago acopio de las últimas briznas de voluntad e intento pedir ayuda. Todo inútil, siento una punzada atravesarme el pecho. A punto de perder para siempre la conciencia, me invade el postrer pensamiento: ¿por qué no tomaría estanol vegetal para reducir el colesterol?
Después, todo silencio.

jueves, 11 de octubre de 2007

¿Cómo dice...? (IV)

1- Plano de situación: galería de alimentación, ya antigua, dispuesta en dos alturas. Hay un montacargas de uso exclusivo para proveedores (grandes bultos, piezas enteras de carne, cajas de pescado, etc.). En una de las paredes del elevador, un letrero bien visible. Pero no es un trozo de papel escrito a mano de cualquier manera, no. Es una chapita roja de plástico con letras impresas que dice: "PROHIBIDO EL USO DE PERSONAS".
Es decir, que las personas pueden ser usadas como convenga, en cualquier parte, pero no en el montacargas. Habrá que dar parte a la comisión de derechos humanos.

2- Cogido al vuelo en una de las últimas crónicas deportivas de la radio: "La defensa del Sevilla sigue haciendo aguas". Claro, si los defensas del Sevilla se dedican a hacer sus necesidades en lugar de jugar al fútbol, el equipo nunca ganará la liga. Queda patente el poder de la letra (en este caso, el de la s).

3- Más radio. Crónica de sucesos: "Hallado en un contenedor el cadáver de un recién nacido en avanzado estado de gestación..." Tras abominar del hecho macabro, me pregunto de cuántos meses estaría el bebé. El locutor (¿periodista?), matiza la información a renglón seguido: "... o sea, con embarazo a término". Ah, ya, ahora está mucho más claro.
¿Habrá un agujero lo suficientemente hondo para que se haya podido esconder el cronista?

viernes, 5 de octubre de 2007

Esas viejas historias de amor

Tiene la memoria infinidad de puertas que creemos cerradas para siempre. Tras ellas alcanzamos a suponer que se esconden datos irrelevantes que por su naturaleza no merecen estar en primera línea, o recuerdos dolorosos que, siendo aquélla selectiva, tiende a enmohecer como medida de protección.Sin embargo, en ocasiones aparece un resquicio en el que no habíamos reparado. Basta asomarse y soplar un poco para que el milagro se produzca y se nos revele con toda nitidez ese archivo que creíamos perdido.
Algo así debió de ocurrirme hace un par de días cuando, apenas recién despertado, y sin un suceso previo cuya afinidad lo justificara, recordé un corto que vi en televisión hará no menos de cuarenta años. Naturalmente, los detalles se han perdido para siempre, no recuerdo si era español, americano, italiano, ni tampoco el nombre del director ni el de los actores. Que eran sólo dos, y a los que llamaré Juan y María.
Es un matrimonio joven y enamorado que ocupa una humilde vivienda de alquiler en una ciudad deprimida por la posguerra. Quizá a principios de los cincuenta. Hoy se cumple el primer aniversario de su boda y María se levanta, como cada mañana, media hora antes que su marido, se asea, rápida y diligente, se recoge en un moño, con movimientos resueltos y bien aprendidos, su espléndida y larguísima cabellera morena, de la que se siente secretamente orgullosa, y corre a preparar un trozo de pan con aceite y un brebaje parecido a café para que su Juan no se vaya a trabajar con el estómago vacío. Durante el parco desayuno se felicitan con los ojos, con la sonrisa, con las manos. Princesa, todo esto pasará, yo me encargaré de que no te falte de nada, yo... Ella le tapa la boca con un beso y le quita con gesto mecánico una mota inexistente en la solapa. Entonces se da cuenta de que Juan se ha puesto el reloj de pulsera. El reloj de oro que heredó de su padre, su único patrimonio. ¿Cómo es que te lo pones? Mira que se te va a perder, con lo desgastada que tienes la correa, anda, trae. No, María, no, déjame que lo lleve en un día como hoy, como un señor, igual que hace un año. Ella accede, vuelve a besarle y le despide en la puerta. Juan se vuelve un instante para deshacerle el moño, y acaricia una vez más su cabello mientras se va desmadejando. ¿Te he dicho alguna vez que tienes un pelo precioso? Anda, tonto, vete ya, que vas a llegar tarde.
Pasan las horas, lentas, tristes, grises en las que cada uno repasa el año vivido. Las cosas no están saliendo como queríamos. Tienen muchas razones para hablar de miseria, de precariedad, de equilibrios imposibles, pero no se acuerdan, no quieren acordarse porque los sueños se lo impiden. Nos iremos de esta casa y tendremos otra, exterior, con dos habitaciones, donde no pasaremos frío en invierno, y compraremos muebles, e iremos al teatro.
Juan vuelve a las ocho de la tarde. Exultante de alegría, recompone el nudo de la corbata y llama a la puerta. Cuando María le abre, se le borra la sonrisa, enmudece, se le cae el mundo. Ella lo abraza, los ojos llenos de lágrimas, feliz. Le besa en los labios una y otra vez. Juan mira a su esposa incrédulo, atónito, sin querer reconocerla. Pero ¿qué has hecho, mujer? ¿Qué has hecho con tu pelo? María se seca las lágrimas y corre al cajón de la mesa, saca un paquete envuelto y se lo ofrece. Cariño, lo he vendido, no importa, ya crecerá, ¡anda, ábrelo, ábrelo! Juan abre el paquete muy despacio y descubre una preciosa pulsera para su reloj. La sostiene, con la mirada perdida, impávido, mudo. ¿Es que no te gusta?, apenas un hilo de voz. El hombre se limita a sacar lentamente una cajita con un lazo que guarda en el bolsillo. La pone sobre la mesa y se deja caer en una silla. María la abre: dos pasadores de oro para su pelo. Luego, clava sus ojos en las muñecas desnudas de Juan.

Ah, esas viejas historias de amor...

domingo, 30 de septiembre de 2007

El amigo del alma. El alma del amigo

A lo largo de casi un cuarto de siglo hemos sabido mantener largas charlas, encendidas unas veces; más atemperadas, otras, pero siempre francas y apasionadas, en las que la literatura señoreaba sobre nuestras cabezas, nuestras palabras, nuestras cervezas, nuestras horas. Muchas veces eran nuestros propios poemas o relatos los que sometíamos al juicio del otro. Entonces afilábamos los cuchillos sin contemplaciones, nunca nos gustaron los paños calientes (la verdad es que sus filos siempre trabajaron más que los míos, y con razón). Y aún seguimos haciéndolo: yo, con su producción literaria y él (ha tenido que aceptar mi deriva), con mi pintura.
Hoy es un día grande. Mi amigo Francisco Páez de la Cadena, y cuando digo amigo se me hincha el pecho con ese puntazo de orgullo reventón, acaba de publicar este breve y precioso poemario. Delicioso de principio a fin, escrito con la naturalidad, con la facilidad con la que sólo los buenos saben hacer las cosas difíciles. Es el lenguaje poético evadido al fin de la opacidad de antaño, en la que tan ardua resultaba a veces la lectura como sencilla la visión del alma necesitada que se ocultaba tras los textos. Hoy es la voz de un hombre comprometido con la belleza y su expresión, con la palabra y el enorme respeto que se le debe. Y es la huella de un poeta reconciliado con el mundo. Y enamorado.
Reproduzco uno de los -a mi juicio- más bellos poemas.


LUZ Y JADE


Jabonoso ese verde, el verde opaco.
Como un ojo de hierba
en una lechosidad como de niebla.
Como lágrima quieta,
con la lentitud resignada
de las enredaderas minerales.
Como algas secas ya, hojas a punto de caer
y morir.
No hay alegría
sino pasado turbio en esa piedra verde
que no llega a esmeralda
excepto cuando roza,
como péndulo que se detiene y goza,
la línea divisoria de tu piel y tu pecho.
Y se duerme en tu cuello.

Si no vuelvo a escribir en este foro es porque Paco me ha cortado la cabeza por publicar esto.



lunes, 24 de septiembre de 2007

300 = 1 x 16

Todos conocéis la fábula.
Un escorpión quería atravesar un riachuelo. Consciente de su naturaleza, y temiendo ahogarse en el intento, pidió por favor a una rana que le transportara sobre su lomo.
- Soy un animal blando y vulnerable -opuso el batracio-. ¿Cómo sabré que no me matarás?
- Sólo quiero cruzar el río -respondió el escorpión, con voz lastimera-. ¿Cómo podría causar mal a quien me está haciendo un gran favor?
Convencida, la rana le permitió subir a su espalda y se zambulló con cuidado para que nada le ocurriese al pasajero. Casi alcanzada la otra orilla, el escorpión clavó violentamente su ponzoñoso aguijón en el cuerpo de la rana, y saltó a tierra. Herida de muerte, aún alcanzó a preguntar:
- ¿Cómo has sido capaz de hacerme esto?
- Lo siento, rana -repuso, suspirando, el escorpión-, es que no puedo evitar ser lo que soy.


Hace unos días, con nocturnidad y con la alevosía prestada por un código penal sonrojante, salió de la cárcel una basura en forma de violador reincidente redimido.
El informe psiquiátrico, como es alarmantemente habitual, concluye que el sujeto no está rehabilitado, a pesar de la intachable conducta (también habitual) mostrada durante su condena. Dieciséis años por dieciséis violaciones. Curiosa coincidencia. Lo que no parece quedar muy claro es si la primera violación se paga con dieciséis y las demás son gratis, o si cada heroico acto de violencia sexual sale por uno. Es cuestión de libre interpretación. O de simples números, ya que la condena impuesta en su día fue de más de trescientos años. Se reiría uno si el drama no le helara la sonrisa en la cara.
El baranda de turno al frente del ministerio de la cosa, se cubre las espaldas detrás del tocho que ampara tan prudente decisión, y se permite la vergonzante frivolidad de acallar las muchas voces discrepantes, declarando que este tipo de acciones no puede juzgarse "en caliente". Qué oportunidad perdida para meter la lengua en ácido sulfúrico.
Después viene, claro, lo de la polémica. Que si la castración química, que si los medicamentos inhibidores, que si el control telemático de movimientos, que si la Lola se va a los puertos. Pero el tipo, en la calle, pobrecillo, ya ha cumplido. Derechos humanos para los deshechos humanos.
Una manzana podrida no puede volver a estar nunca en el cesto de las sanas. Sáquenla, cúrenla, y si no pueden, lo siento por la manzana, pónganla en mitad del desierto y cuiden de que no se muera hasta que se pudra del todo. O cómansela asada, me da igual.
Esas pobres dieciséis familias son las que de verdad están cumpliendo cadena perpetua por un delito que no viene en el tocho. Mientras, ese cabrón ya debe de haber empezado a husmear por los portales al tiempo que se toca con disimulo lo que nunca debió tener. Un escorpión es un escorpión.

jueves, 20 de septiembre de 2007

El aroma de las rosas


La jornada de hoy no ha sido especialmente larga, pero sí, desde luego, intensa, a pesar de no haberme puesto la ropa de faena ni haber cogido un pincel. Creo que voy a tener que explicarme.
Ayer di por terminada la pintura que reproduzco. Es grande -180 x 90 cms.-, y he estado trabajando en ella los últimos ocho días, eso sí, en jornadas mucho más largas que la de hoy. Ya está. Creo que tiene lo que debe, y cualquier añadido estaría de más ("no la toquéis ya más, que así es la rosa", ay, mi Juan Ramón querido). No quiero decir que esté particularmente satisfecho de ella, pero es que no lo estoy de ninguna de mis pinturas, y espero que sea siempre así, porque el día que alguna de ellas me satisfaga plenamente, la pondré en el cénit de mi universo, y después haré una pira con todos mis materiales, libros y herramientas y me sentaré tranquilamente a ver cómo arde el estudio, mientras pienso qué voy a hacer al día siguiente.
Ayer, decía, la terminé. Pero hoy es el día de la distancia, no sólo física (este cuadro debe mirarse desde cuatro o cinco metros), sino espiritual. El día siguiente (el día después, como dice algún idiota) es el del desdoblamiento, algo así como lo que vemos en los efectos especiales de las películas en las que el cuerpo del muerto permanece tendido mientras el alma, o lo que sea, se desprende de aquél en forma de alter ego (Ghost, por ejemplo). He estado hora y media, más o menos, frente a la tela -ni siquiera la he montado aún sobre el bastidor-, permitiéndome sólo algunas interrupciones para hacerme un café o cambiar los conciertos de cello de Boccherini por alguna cantata de Bach; hora y media "desapasionando" la mente y el ojo, tratando de adquirir el punto necesario de frialdad, de ajenidad (perdón por el palabro) para intentar la elaboración de un criterio objetivo. Este es el ejercicio; el resultado lo decide lo que podríamos llamar la pulsión interna, si no resultara un poco cursi. De hecho, si después de la sesión analítica no me queda dentro cierto poso de inquietud, de tensión vibrante, lo normal es que el lienzo acabe en la basura, hecho trizas, aunque por fortuna no ocurre a menudo.
El proceso, hasta este punto, es común a todo tipo de creación pictórica, sea figurativa o abstracta. Pero a partir de aquí, cuando se trata de abstracción -en la que me muevo desde hace ya tiempo, sin perjuicio de retornos ocasionales a temas figurativos-, las cuestión es más compleja: hubo una etapa en la que el ejercicio continuaba con el capítulo de preguntas (qué es esto, por qué has pintado esto y no otra cosa, qué quieres expresar con esto...). Confieso que me desasosegaba profundamente no encontrar respuestas inmediatas a preguntas tan obvias, y que en ocasiones, para evitar esa desazón, llegué a "preconcebir" en exceso algunas obras para poder "explicarlas" después. Los resultados siempre fueron nefastos: pinturas encorsetadas, rígidas, asfixiadas. Una mierda, vamos. Esta consecuencia me hacía sentir aún peor, por lo que decidí liberar todo prejuicio y dedicarme a pintar. Sólo eso. Bendita decisión.
Yo no sé explicar mi pintura, acaso alguien quiera hacerlo por mí, la verdad es que me trae sin cuidado. En la ejecución no me preocupa nada que no sea dejarme llevar por el hecho mismo de pintar, cubrir la superficie, crear armonías a partir de masas cromáticas conscientemente dispuestas, a pesar de lo que pueda parecer, experimentar nuevos métodos, nuevos elementos... Dejemos las interpretaciones a los críticos, para que sigan escribiendo reseñas ininteligibles, o a los psicólogos, para que nos salven el futuro tras descubrir en el lienzo algún trauma infantil al que convendría poner remedio.
Cuando el producto final se cuelga de una pared frente a un público, o en tu casa, frente a una visita que viene a cenar, casi de inmediato surgen aquellas mismas preguntas que yo me hacía y que ya no me incomodan lo más mínimo. La respuesta tiene que nacer de la disposición con que el receptor se coloca ante en cuadro. Y lo que ocurre es que se contempla el arte abstracto con el traje de ver paisajes o retratos al uso, es decir, imágenes reconocibles, interpretables desde la razón. Y eso es lo primero que hay que cambiar para participar de la pintura abstracta (nótese que no digo entender, ya que este concepto volvería a llevarnos al error de mirar desde la razón). Es como si quisiéramos oler el aroma de una rosa acercándola al oído. Otra cosa bien distinta es que tras ese aprendizaje, decidamos que lo percibido nos llega o no, nos conmueve o nos produce rechazo, nos cautiva o ni siquiera se queda en la superficie. Al fin y al cabo, el aroma de las rosas no tiene por qué gustarle a todo el mundo.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Grande. Gordo. Genial.

No quisiera dejar pasar más tiempo sin escribir un breve testimonio de reconocimiento.
No por esperada se me hizo menos triste la noticia de la muerte de Luciano Pavarotti. Confieso mis escasos conocimientos en materia operística, pero no encuentro en ello obstáculo para manifestar mi más profunda admiración por el recién desaparecido. En cualquier foro más o menos especializado, o en cualquier telediario, se hicieron, hace unos días, las más diversas semblanzas del tenor, abordando sus dimensiones humana, lírica o filantrópica. No voy a incidir ahora en ninguna de ellas; prefiero darlas por supuestas, y si en alguna se llegara a exagerar -costumbre habitual al alabar las virtudes de todo muerto-, pues me da igual, como me da igual que hayan podido silenciarse aspectos menos encomiables. Al fin y al cabo, también los divos tienen derecho a guardar algún cadáver en el armario.
Lo que sí puedo afirmar es que la voz de este hombre, no sé si por su timbre, su transparencia, su color (como dicen los entendidos), o por su asombrosa capacidad para alcanzar registros imposibles, es perfectamente reconocible entre de cenas de voces. Al menos yo la reconozco, y sospecho que le ocurre lo mismo a una impresionante masa popular. Creo que esta cualidad innata, unida a otras más estudiadas (como la de haber empeñado no pocos esfuerzos en desencasillar el bel canto de la elite, para desgracia de los puristas), hacen de Pavarotti un tipo único. Y esa condición le convierte en genio.
Es una lástima que la voz no sea un órgano, para que pudiera ser transplantada.

lunes, 10 de septiembre de 2007

¿Cómo dice...? (III)

Sábado por la noche, hogar, dulce hogar, nunca he sido demasiado noctámbulo, acaso en aquella juventud temprana, tan lejos ya, y ni siquiera entonces. Además, estamos mi amore y yo solos en casa (el único zagal que vive con nosotros tiene fiestuki esta noche). El domingo tenemos gente a comer. Ella está en la cocina, le encanta la cocina cuando puede dedicarle tiempo, y se lo agradezco en el alma porque tengo las mismas habilidades culinarias que un bloque de cemento. Yo, tan vulgar, me pongo el Islandia - España, sin entusiasmo, la verdad. Pocos minutos después, viendo el juego que hace nuestra escuadra, se confirma mi primera intuición: adónde vamos con esto.
Pero haciendo bueno el dicho de que donde se cierra una puerta se abre una ventana, descubro que, a falta de buen juego, tenemos la compensación de una narración virtuosa. Antes del primer cuarto de hora, sin que exista, ni por asomo, la menor posibilidad de un gol de nuestra selección, el ilustre comentarista suelta la primera perla (que, por cierto, repetirá en la segunda parte):"... el partido se está poniendo muy épico...". Supongo que querría decir que se esperaba de los nuestros un juego muy superior al del rival para ganar -cosa que ni de coña ocurría-, o, sencillamente, que el partido se estaba complicando. El caso es que el iluminado este no aclaró dónde veía la epopeya.
Por fin, tras una jugada bien construida, un delantero español consigue chutar (observen que hace mucho que ya no se chuta, por Dios, qué anacronismo), aunque con poca potencia y menor fortuna. El locutor sale al paso para precisar que "ha sido un disparo muy escaso". Juzguen ustedes.
Ya en la segunda parte, tras un saque de esquina del equipo islandés, los nuestros pasan algún apuro. Menos mal que "acude Juanito a ayudar, muy lejos de su hábitat". Tócame las castañuelas, María Manuela. Deduzco de la apreciación de nuestro ínclito parlante, que posiblemente el hábitat de Juanito sea la selva amazónica, el círculo polar ártico o tal vez el desierto del Gobi, y que en un arranque de furor patrio acude a toda velocidad para despejar un balón comprometido. Caramba, eso sí que sería épico, si no fuera porque el único sitio del que Juanito estaba lejos era de su demarcación. Pero coño, es que lo de hábitat suena culto que te pasas.
En las postrimerías del encuentro, y gracias a un gran remate de Iniesta, España consigue empatar. Bueno, con otras más feas hemos bailado. Y el amigo del micro nos dice que "Iniesta tiene una gran definición". Después del partido había una peli. Infame, mala donde las haya, pero yo, ahí, aguantando como un jabato. No por masoquismo, ni mucho menos, sino porque estaba convencido de que en alguno de los quince intermedios saldría Iniesta a darnos su misteriosa definición, quizá un neologismo, una teoría revolucionaria, algo... Pero no salió. Y nos fuimos a la cama con dos decepciones y un motivo de orgullo. Las decepciones: la selección y la incomparecencia del jugador. El motivo de orgullo: ustedes ya lo saben.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Lo he visto en la tele

Hala, venga, ya estamos todos aquí, qué bien, luces, cámara, acción, que el puchero tiene que empezar a hervir, el motor tiene que sonar como Dios manda, que el viaje es largo, vamos, que empieza el espectáculo. Los síntomas son inequívocos, ya se han visto en la tele y ya se sabe que nada es cierto hasta que la tele no lo consagra. Repasen, si no, mentalmente, los últimos telediarios. Cualquier informativo que se precie viene abriendo estos días con la noticia más relevante a nivel planetario, a saber, las retenciones en los accesos (accesos de entrada, dice todavía algún imbécil) a las grandes ciudades, incluida la siempre jugosa entrevista al conductor de turno, que tras una breve reflexión ante la cuestión metafísica que le plantea el reportero, comenta, mientras su santa le mira, arrobada,: "Sí, hemos decidido venir un día antes para evitar aglomeraciones". La imagen puede ser de este año o del 78, es igual, lo mismo que la de la estación de autobuses, o la de la cola de facturación del aeropuerto, sólo variará el modelo del vehículo (rara vez el de los tipos). Pero es igual, ahí está el valor del testimonio, que es lo que importa.
No es un espejismo, no, la tele ha vuelto a sacar a la señora gorda de la playa levantina, negra como un tizón (ocho horas diarias de espanzurre al sol, por veinte días, multipliquen). "Y con quién ha venido, ¿con su marido?" , inquiere la sagaz reportera. La señora suelta una carcajada que deja ver los últimos supervivientes de la encía superior. "¡Qué va, entre hijos, yernos, nueras, nietos y mi madre, hemos sido doce en el apartamento!¡Figúrese el lío pa comer y pa dormir en estos diecisiete días!" Y vuelve a reírse, con orgullo de matriarca. "¿Y cuándo se marchan?". La risa desaparece inmediatamente. "Ya, mañana", se lamenta.
Sí, sí, esto se acaba, el drama se nos viene encima, y mucho más desde la inmisericorde aparición de esa garra maldita, de esa pandemia voraz llamada síndrome post-vacacional, que desde hace unos años amenaza cada septiembre con lesionar irreversiblemente la equilibrada estructura psicológica de todo trabajador, que se fue con estrés y vuelve con depre; esa terrible plaga que se ceba especialmente con algunos pobres e indefensos jóvenes que llevan en el mercado laboral un par de años. Menos mal que inmediatamente después de sus dolientes testimonios, se recaba con urgencia la opinión profesional de un psicólogo que, grave y circunspecto, como si de su declaración dependiera el éxito de su tesis doctoral, sugiere, suave, dulce, una serie de recomendaciones preventivas de fácil observancia, para hacer menos traumática la fatídica reincorporación al puesto de trabajo. Las medidas recomendadas suelen consistir en volver uno o dos días antes a casa, poner el despertador a la hora habitual aunque uno siga durmiendo, para que el cuerpo se vuelva a acostumbrar, y alguna que otra instrucción similar, siempre de alto contenido científico. Cuántas vidas, cuántos futuros no habrán salvado sis saberlo.
Protéjanse ustedes, que esto va en serio, de verdad, lo he visto en la tele: se anuncian cursos revolucionarios de inglés. Interactivos, no les digo más, que se necesita ser torpe para no hablar como un locutor de la BBC con herramientas así. ¿Que lo suyo no es el jaguaryú? No importa. Usted lleva un artista dentro, aproveche el magnífico curso de dibujo y pintura (el mismo de hace catorce años, será porque el arte es intemporal), que además, este año le regala con el primer número... ¡tacháaaan... dos tubitos de pintura al óleo! Y si no, los cochecitos que hicieron historia en Le Mans, o los cuentos de Calleja en miniatura, supongo que especiales para présbitas (manda huevos), o setenta y dos bobinas de hilos de colores.
Ojo, pónganse el casco, las orejeras, las gafas protetoras. Lo he visto en la tele, Zapatero ya ha lucido moreno en Rodiezmo, como hace años lo hacía el del bigotito en no sé dónde de Onésimo. Qué culpa tendrán los castellano - leoneses para que siempre se lleven la primera en la frente. Cuidado, que esto va en serio, que esta gente amenaza con volver (este, de momento, ya está subiendo las pensiones, lagarto, lagarto). Miedo me está dando, más que el síndrome post - vacacional, el que se nos avecina, el pre electoral, del que no hablan los psicólogos, y que me temo pueda causar estragos bastante más temibles.
Vendo una tele. No es de plasma; más bien, de plastas. Con espléndidas vistas al otoño. Baratita.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Vincent. Los últimos paisajes

Esta mañana, por fin, tras no sé cuántos aplazamientos por diferentes causas he podido ir al Museo Tyssen.
Pocas veces el nombre dado a una exposición podía declarar tan palmariamente una certeza. La mayoría de quienes vivimos el arte como una consecuencia inevitable de nosotros mismos, indisociable de nuestra propia sustancia, para bien o para mal, hemos podido contemplar, desperdigadas, algunas de estas pinturas en otros museos, otras colecciones, otros países. Pero ver reunidas bajo la explícita consideración de últimos paisajes la mayor parte de ellas, hace cobrar una inquietante conciencia de la producción frenética que ocupó las últimas semanas de este queridísimo monstruo. Y sólo entonces el título adquiere la verdadera dimensón de punto final, por más que todos sepamos cómo y cuál fue el fin del atormentado artista. Como si sólo entre estos cuadros habitara la certeza incontestable: la verificación. Esta es la sensación que me ha invadido apenas traspasado el umbral. No he querido ver técnicas, maneras, resoluciones... nada. No he querido admirar los cuadros de Vincent, sino más bien ver, desde ellos, sus ojos, sus manos, sentir su respiración, convivirle desde cada una de sus telas, si puede expresarse así. Las notas de los catálogos hablan de evolución temática, de intenciones creativas, de puntos de vista alejados, o al menos no demasiado próximos a los empleados hasta su estancia en el manicomio de Saint Rémy. Doctores tiene el arte; mi máximo respeto para ellos. Pero algo ocurre, mucho más transcendente, en la cabeza del genio, cuando la tempestad de la creación no puede separarse de la vida, hasta el punto de crear más de cien obras, no precisamente menores, en apenas diez semanas. Nada escapa al paroxismo de Vincent, convertido ya en el más grande instrumento roto del huracán que lo eligió. El epílogo anunciado -nunca sabré hasta dónde fue consciente- se deja ver en los trigales, que de repente ya no son una excusa para pintar segadores o recrear almiares, sino tan solo eso: trigales como mares mecidos por el viento. Sin más. Los prados no requieren de referencias humanas o urbanas: sólo prados, campos, aire, atmósfera desprovista de cualquier anécdota que distraiga de lo esencial. Trasunto, quizá de simples espacios atemporales impintables. Quizá estaba pintando la eternidad. Quizá su último pincel fue la pistola.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Elogio del tam - tam

Lo que más me cabrea de la dichosa cibertecnología es su poderosa capacidad simuladora de omnipotencia. Todo cerca, todo rápido, todo posible, qué maravilla, uno se convierte de repente en el amo del mundo, como los siniestros e ingenuos personajes de algunas pelis de nuestra infancia. Hasta que de pronto, el dios -que para eso es dios- decide que vale, que sí, que hasta aquí. Y el aparato se queda pillado, y no se despilla ni para la madre que lo parió, y te empieza a escupir una ristra de signos extraños entre los que uno cree adivinar que se deslizan sugerencias para desfacer el entuerto. Y yo, sagaz usuario, que incluso había aprendido ya a hacer transferencias, ahí es nada, trato de seguir las instrucciones para desbloquear aquello, y cuanto más avanzo más se multiplican las indicaciones, esta vez ya directamente en tagalo, hasta que decido apagarlo desde el enchufe, maldecir en sánscrito, e ir pensando en pececity o mediamarkt. Presupuesto, sí, señor, en tres o cuatro días se lo damos, bueno, en ocho, que estamos en agosto. ¿Y para cuándo? Pues lo antes posible, seguramente no más de un mes. Malamente reprimido el primer impulso homicida, llamo a mi sobrino G., un figura. Machote, ¿puedes hacer algo con esta mierda? Se ríe, se lo hago llegar y se pone a ello. Y en esas estamos.
El tam - tam de los swahili, los pigmeos, los masai o toda su santa parentela, lleva cientos de años funcionando, ahí los tienes, con una longitud de onda que ya quisiera el Hispasat, comunicando en tiempo real, como se dice ahora, y sin necesidad de tamtamcity.
Me condeno conmigo mismo porque no soy capaz de conciliar mi ignorancia con la incuestionable utilidad de estos chismes del demonio, y lo siento, pero no estoy por la labor de aprender más allá de dónde está el enter, ya estoy muy mayor para hacerme nudos marineros con las neuronas que van quedando. Lo que quiero es que cuando algo se jode pueda volver a funcionar cuanto antes sin entrar en ese odioso circuito de reparaciones sin fecha, y sin necesidad de obligarte a tener un repuesto por si acaso. Se me podrá rebatir todo cuanto digo, y muy fácilmente, pero no estoy sentenciando nada, no quiero polemizar, no quiero saber qué le pasa al cacharro. Sólo que funcione pronto, qué le debo, ahí tiene, gracias.
Ahora estoy escribiendo (más bien, transcribiendo, me encanta la pluma) desde un ordenata al que no tengo acceso con la frecuencia que quisiera, por lo que no puedo leer los blogs ajenos (ya un poco míos) ni escribir en el propio (supongo que un poco ajeno) con la puntualidad que quisiera. Y me cabrea.
Y además, como las cosas no vienen solas, tengo una lumbalgia (la madre que la parió) que me tiene más doblado que una alcayata. En fin, pues eso, que todo está muy bien.

jueves, 16 de agosto de 2007

Insignes poetas anónimos (¿...o no?)

Hojas que del arbol caen,
juguetes del viento son.
Nous avons,
vous avez,
ils sont.


*******



Camino de hierro,
camino de flores.
¡Camino me grites,
camino me llores!





Poesía en estado puro...

sábado, 11 de agosto de 2007

¿Cómo dice...? (II)



Con mucho retraso (cinco meses , nada menos), al parecer por graves errores en la edición, impresión o vaya Vd. a saber, me llega por correo el catálogo de la X Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Castilla y León (ARCALE), que tuvo lugar el mes de marzo pasado, y en la que tomé parte con una galería de Vitoria. Vale más tarde que nunca, me digo, resignado, y me dispongo a echar un vistazo, ver las galerías y obras, comprobar la calidad de reproducción de los originales...

Bien, dejemos las consideraciones artísticas y vayamos a lo que nos ocupa: leo la presentación del alcalde de Valladolid, en uno de cuyos párrafos dice textualmente: "El Ayuntamiento de Valladolid apoyará sin denuedo cuantas iniciativas supongan una clara apuesta por la transmisión de ideas y su libre expresión". Muy bien, diga Vd. que sí. Acudo, raudo, al DRAE:

denuedo: (de denodarse).m. Brío, esfuerzo, valor, intrepidez.

A la vista de la definición,se me ocurren cuatro posibilidades:

1ª.- El redactor del texto ha querido decir con denuedo, y un duende malvado de la tecnología gráfica ha cambiado la preposición, dándole a la frase exactamente el sentido contrario al pretendido. Esta es la hipótesis más disculpable.

2ª.- El redactor del texto no sabe, ni se molesta en aprender el significado de denuedo, pero le suena bien o se lo oyó decir a alguien ayer. Y lo cuela. Conclusión: podría haber utilizado en su lugar cueceleches, estrabismo o condensador, ya que el sentido absurdo de la frase seguiría siendo absurdo.

3ª.- El redactor del texto confunde denuedo con descanso, en cuyo caso sólo hace falta algún alma generosa que le saque de su error, le regale la colección completa de Barrio Sésamo, le dé una cariñosa colleja y le sugiera no volver a escribir un texto hasta que no apruebe la ESO.

4ª.- El redactor del texto es perfectamente consciente de lo que escribe, por lo que no hay error. Es decir: el Ayuntamiento no se va a herniar "apoyando las iniciativas..."

Dejo la interpretación al libre albedrío de quien lea estas líneas. Yo me voy a llorar un rato.

martes, 7 de agosto de 2007

Estudio huno


Si fuera decorador de interiores o esteticista, la pulcritud, el orden y la meticulosidad en la disposición de las cosas, serían una máxima en mi trabajo diario. No quiero caer en el tópico, en eso del desorden ordenado y demás, pero dedicándome a la pintura, no sé hacer las cosas sin que parezca que estoy de okupa en el estudio de Atila, especialmente cuando ando metido en formatos grandes, que siempre exigen poner mucho por medio y la mayor libertad de movimiento posible.

Puedo asegurar que siento cierto pudor al hacer públicas estas fotos, pero es mayor el deseo de expresar sensaciones, sentimientos, y hacerlo también públicamente. Y más aun cuando en el transcurso de estas pocas semanas desde que estrené mi tribunita, tengo la impresión -muy agradable, por otra parte- de estar entre gente bien maja que, a su vez, comparte sus cuitas. Todo esto me resulta muy novedoso, pero sobre todo, muy enriquecedor, tanto cuando toca bálsamo como cuando hay cierta cera. Me honro en todo ello.

Volviendo a mi "desastroso espacio", diré que no hay nada que me haga más feliz que abrir cada día la puerta del estudio (salvo compartir la vida con mi mujer, mis hijos, mi nietín -gracias por el término, dr-). Paso la mayor parte del día solo, excepción hecha de la compañía de papá Bach, Mozart, Haydn, Brahms... o Carlos Herrera. Solo, a vueltas con la tormenta de ideas, que no siempre descarga como yo quisiera, que en ocasiones me tiene durante horas en el dique seco, que a veces me obliga a destruir lo iniciado, con la consiguiente sensación de fracaso y pérdida de tiempo; que otras, me compensa con la serena satisfacción en la larga y crítica observación de la obra terminada.

En fin, mi estudio huno es mi trabajo, mi descanso, mi pensadero, el vertedero de mi creatividad, si es que la tengo, que esa es una duda permanente cuya sombra siempre, siempre acecha.

sábado, 4 de agosto de 2007

Retro

Apaciguada luna, lento encaje
cambiante entre chopos y enredaderas,
te beso por la miel de adormideras
con que me unge tu albo maquillaje.

De estrellas en suspenso al andamiaje
dirijo un canto roto por si fueras
el digno camposanto de quimeras
o el despertar a su infinito viaje.

Cabalguen con el alma sin regreso
a tu prístino embrujo los corceles
que mueren de azabache con el día.

Inmóvil bajo tu hipnótico peso,
yo te corono, luna de laureles
para rendirte eterna pleitesía.


Ha debido de ser la luna llena de hace unos días. Me he visto removiendo papeles amarillentos para transcribir este soneto, escrito hace unos 25 años, cuando, como todo pipiolo, mirando la luna o a la inopia, me creía poeta.

lunes, 30 de julio de 2007

¿Cómo dice...?

Cogido al vuelo en varios boletines informativos de la radio:

"... murieron más de doscientos muertos..."

"... eta exige a los empresarios cantidades más superiores..."

"... se están ultimando los últimos detalles..."

"... el gobierno exploró todas las posibilidades posibles..."

"... no se entiende por qué no preveyeron las consecuencias..."


Son periodistas.
Por tanto, son comunicadores.
Luego la palabra es su herramienta de trabajo.
Conclusión: agradezco en el alma que no sean médicos (diseccionarían nuestras vísceras con un abrecartas).

sábado, 28 de julio de 2007

El último fichaje


El rubiales se llama Oscar y tiene ahora poco más de dos años. Cuando nació, mi mujer tenía cuarenta y cinco y yo acababa de cumplir cuarenta y ocho. Deseado, sin duda, pero ciertamente inesperado (puedo asegurar que los dos conceptos no siempre son incompatibles), el crío vino a resucitar emociones y experiencias vividas por última vez veinte años atrás. Y a pesar de los nueve meses para ir haciéndonos a la idea, cuando al fin lo tuvimos en brazos, nos parecía que aquello no nos podía estar pasando. La felicidad nos llenaba por los cinco costados -cuatro no eran suficientes-, pero era inevitable cuestionarse cosas que hace tantos años ni se nos ocurrieron. Y lo primero que te preguntas es si eres joven.
Durante algun tiempo hicimos un examen exhaustivo de la nueva situación y llegamos a la conclusión de que la cosa no era como antes. Evidentemente. Ni mucho menos. Y ello nos llevó a tomar algunas decisiones importantes, que pueden resumirse en estas: nosotros no volveríamos a tener noches en blanco; no alimentaríamos al niño diariamente; no asumiríamos las responsabilidades más importantes acerca de su educación; incluso nos permitiríamos alguna licencia que rayara en la malcrianza. Todo lo anterior es labor de los padres, y nosotros decidimos ejercer como nadie la de abuelos primerizos, que es la que nos toca.
Ah, y a la pregunta sobre si somos jóvenes, la respuesta es clamorosamente afirmativa.

domingo, 22 de julio de 2007

Otro mar



Este mar nocturno de hoy sólo me vivía dentro. Un día me tiró del hígado y me pidió salir.
Hoy quiero rescatarlo del archivo para contraponer esta visión a la diurna, y también para que luna se reconcilie con esa cara del mar que le hace sufrir.








viernes, 20 de julio de 2007

"Playa cántabra"


Acabo de leer algunos de los comentarios en el blog propio y en los ajenos. La publicación de las últimas fotos de portorosa, han provocado la nostalgia unánime, cuando no la envidia, de un mar que no todos tenemos cerca. Y se me han puesto los dientes largos, y se me ha ocurrido desempolvar este cantábrico, pintado ya hace algunos años, para engañarme y para compartirlo con todo el que se asome a esta ventana.

jueves, 19 de julio de 2007

Morosos

Los datos parecen alarmantes, a lo mejor hasta lo son, pero desde luego, a mí no me sorprenden. Me refiero al escandaloso incremento en la cifra de morosos en el último año (creo que sólo en Madrid): el 68%. Parece ser que estos datos están recogidos a partir de las demandas judiciales por impago de las cuotas del préstamo hipotecario, interpuestas por las entidades de crédito.
No sólo no soy un experto en economía, sino que no tengo ni idea, pero digo que no me sorprende por puro sentido común y un poco de sentido de la observación. Desde hace unos años y hasta hace muy poco, se concedían hipotecas con enorme facilidad. El momento era muy bueno, los tipos, bajos y las previsiones, optimistas. Ya está: los jóvenes (y no tanto) medianamente bien remunerados, se embarcan en la aventura (cosa encomiable, por otro lado), y aquí paz y después, gloria, que quedan 45 años para pagar. Y los bancos, a frotarse las manos (échese un vistazo, si hay ganas, al incremento anual de los beneficios de la banca, desde hace, por ejemplo, 10 años).
Como todo es cíclico, ahora toca pasar del sol a la sombra, y resulta que la casilla del recibo donde antes decía 750, ahora dice 1.100. Bien, de acuerdo, no estoy descubriendo nada. Pero tengo para mí que el problema no es este, o, al menos, no del todo.
El problema empieza de verdad cuando, amparados en la euforia económica del momento, que se nos antoja eterna, nos endeudamos no sólo por encima de nuestras posibilidades, sino -lo que es peor-, de nuestras necesidades. Parece que ahora todo se ha de hacer desde los dictados del frenesí y la compulsión, sin pensar más allá de lo que pide la inmediatez. Porque la velocidad que imprimimos a nuestro ritmo vital, convierte todo, absolutamente todo, en efímero. Todo menos el deseo permanente de colmar nuestras necesidades.
Hasta no hace mucho, y no hablo de épocas de carestía severa, que a Dios gracias, no he conocido, era más que frecuente el hecho de que la adquisición de algo, comportaba la renuncia a algo, por una sencilla razón de equilibrio o compensación. Eso se acabó. Estamos instalados en el estado del bienestar, en la era del "todo al alcance de todos" y cuanto antes, mejor. Pero no siempre distinguimos bien entre la posibilidad de obtener, y la obligatoriedad de obtener, por el hecho de que algo esté al alcance. Se nos ha olvidado conjugar el verbo "renunciar" desde que hemos descubierto que la felicidad (infelices) se puede comprar a crédito. Además del piso, puedo tener un coche nuevo, irme con la parienta 15 días a un hotel en Cancún todo incluído, comprar un televisor de plasma, el más grande, y renovar el PC que compré hace año y medio, porque se ha quedado obsoleto. Además, es muy fácil, sólo hay que llamar a una de esas compañías que te reunifican todos los pagos, te reducen la cuota a la mitad y te hacen creer que sigues siendo el rey del mambo.
¿Que se ha incrementado la morosidad en un 68%? Vale más no revisar los datos, no sea que haya que corregirlos.

lunes, 16 de julio de 2007

Imágenes


He estado releyendo las últimas entradas de los blogs que frecuento, para detenerme, sobre todo, en las fotos que quedan colgadas -casi todas espléndidas-, y los comentarios que suscitan. Hay algo común en todos ellos, o a mí me lo parece, y es el efecto balsámico que produce (tanto en el autor como en el espectador pasivo) la inmortalización de un momento particularmente especial: la luz, siempre efímera e irrepetible de un amanecer, la línea de olas rompientes de una playa del Cantábrico al ocaso, la silueta negra de una espadaña contra un cielo rojo, qué sé yo. Son los materiales con que vamos construyendo ese mundo paralelo del que echar mano de cuando en cuando para mantener el tipo. Sí, sí, ya sé que en la lenta y efectiva construcción de los paraísos artificiales, no todo son fotos. No estoy pasando por alto los recuerdos, los libros, los sueños, los proyectos y todo lo que en sí mismo representa la arquitectura del refugio inexpugnable. Pero hoy quería referirme sólo a las imágenes por la relación que guardan con la pintura, de la que mi modesta tribuna toma la parte primera de su nombre, y a cuya actividad me dedico.
La línea creativa que sigo actualmente tiene poco o nada que ver con el óleo que ilustra este texto, y que, paradojicamente terminé hace apenas un par de meses. Pero la necesidad de abonar mi mundo alternativo me lleva con frecuencia a traicionar abstracciones, aunque suele tratarse de infidelidades breves, para inventar cielos, luces, perspectivas, arideces, vegetaciones: en definitiva, espacios en los que el espíritu gusta de recalar cuando anda escaso de batería.

martes, 10 de julio de 2007

Diez años

La efeméride sopla, brusca, violenta, el polvo de la memoria, para morder la herida que todo humano de bien lleva mal cerrada desde entonces. Y duele, vuelve a doler con la rabia de aquel día en que el grito se nos vino de las tripas a la garganta y todos fuimos una voz sola, un clamor de ira incontenida y sin bandera, una única espada gigantesca y letal que hizo temblar a esos asesinos miserables, conscientes de que su hazaña había sido el peor de sus errores, que nos hizo conocer el terror en el terrorista.
Diez años. ¿Qué hemos hecho con aquellas manos blancas, qué queda de la fuerza que pisó el cuello de las alimañas. ¿De qué sirvió la sangre de Miguel Angel? Espíritu de Ermua, Basta ya, asociaciones de víctimas, pactos antiterroristas. No estamos mejor que antes. No sabemos. Porque se nos da peor encarar el problema que evocar efemérides.

jueves, 5 de julio de 2007

C.

Cuando conocí a C. le faltaban unos meses para cumplir diecisiete. Yo andaba rondando los veinte. Con frecuencia se recogía la abundante cabellera morena en una coleta hasta media espalda. La espalda, ése es el primer recuerdo. Ella solía ocupar un sitio en una de las primeras filas para atender, como cabía esperar de una alumna diligente, las explicaciones del profe. A mí me seducía más la retaguardia para no perder la perspectiva general del aula, especialmente en materia de féminas, de las que el curso estaba bien nutrido. Primero fue la espalda. Poco después, una breve historia de adolescentes, de esas que te atrapaban el corazón sin apenas rozar la piel (Dios mío, qué distintas las cosas ahora, qué viejo me estoy haciendo), de esas que tanto tiempo después uno recuerda y se sorprende mecido en la memoria de lo que pudo haber sido y no fue, como dice el bolero, para comprobar una vez más que nuestro espacio no era aquél, sino este, que me permite el lujo de afirmar que C. es la mejor amiga que he tenido jamás. Y de la que me enorgullezco día a día. Y de la que he aprendido tanto. A lo largo de más de treinta años -en los que la vida le ha puesto a prueba hasta decir basta-, no he visto en ella más que serenidad, coraje, valentía y una fuerza demoledora (que ella ignora), ante situaciones que, si me hubiera tocado vivir a mí, me habrían roto en mil pedazos.
Sé que hoy lo está pasando mal, pero mañana se estará echando esto a la espalda (otra vez, la espalda).
C. sabe bien que la quiero y que me tiene. Y hoy quiero darle un beso desde esta atalaya.

domingo, 1 de julio de 2007

Gamoneda

El pequeño trozo e tierra, toda inhóspita aún, que algún día espero se convierta en el jardín de nuestra casa, me proporciona hoy, primero de julio, el regalo de disfrutar de una corriente de airecillo fresco cuando todavía no son las ocho y media de la tarde. Pocos días quedan ya, me temo, hasta octubre, como éste, al menos aquí, tierra adentro.
Aprovecho para leer una entrevista a Antonio Gamoneda en un suplemento dominical. Admito no haber leído nada suyo y me prometo remediarlo. Setenta y tantos años algo maltrechos por circunstancias ajenas a la edad, pero una cabeza, me parece, lúcida y limpia, que destila la serenidad de quien está seguro de haber vivido haciendo lo que debía sin hacer más ruido que el preciso. Y la humildad propia de los grandes, que, o no saben que lo son, o ponen todo su empeño en no parecerlo.
Casi al término de la entrevista, se le pregunta acerca de "la importancia de regenerar nuestra educación, acercándonos, como él hizo, al hecho poético, al respeto por el concepto primitivo de lo sagrado, al silencio". Su respuesta: "Sería decisivo para los niños. El pensamiento poético es música en su origen. Alejamos a los niños de la poesía y del concepto primitivo a cambio de fórmulas productivas. Les alejamos de las formas de conocimiento que suponen sensibilidad y abstracción, a cambio de pensamiento utilitario." No se puede expresar una verdad con mayor acierto. Gracias, don Antonio. ¿Servirá de algo?