lunes, 16 de noviembre de 2009

Don Francisco

Ciento tres años son muchos, don Francisco. O no. Todo depende del corazón y de la cabeza que los haya vivido. Y mucho me temo que en su caso, la cuenta convencional no sirve para medir la vida de usted.
Pero yo no quiero hablar de su vida, don Francisco. Yo quiero hablar de su muerte, o, mejor, de su asombroso saber morir. Usted dejó el desayuno a medias, se retiró la mascarilla de oxígeno que se había colocado apenas media hora antes, "porque me voy a morir ahora". Eso fue lo que dijo usted a Fátima, su cuidadora fiel, antes de besar su mano y pedir perdón por todo.
Un instante después, Carolyn, su amor, toma la suya y sus miradas quedan ya enlazadas para siempre, por más que sus ojos, don Francisco, dejen de ver, apenas un minuto después, sin saberlo, los ojos de su esposa. Eso fue lo último que vio. Las manos de Carolyn, lo último que tocó. Y sus últimas palabras, más dueño de ellas que nunca, su postrera declaración de amor. El último acto de amor fundiéndose con el último acto de la vida, en un alarde de lucidez, dignidad y elegancia.
Le tengo mucha envidia, don Francisco, yo quiero morir como usted.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Vidrios, cristales e idiotas

El anuncio en la radio viene a decir más o menos, que si pones una bombilla sobre su casquillo, aprietas el interruptor y enciende, eso es cristal. Si lo que pones es una jarra, aprietas el interruptor y no enciende, eso es vidrio. y que si mezclas ambos materiales en el contenedor amarillo, estás perjudicando el proceso de reciclaje. Es decir, que si no reciclas eres un ciudadano insolidario con el medio ambiente y la cosa ecológica; y si reciclas estás en el buen camino, buen muchacho, pero tienes que aprender a hacer las cosas tal como se te digan, que pareces tonto.

Soy de los que, sin obsesionarme, trato de reciclar lo que puedo, con el pequeño esfuerzo y la molestia correspondientes. Vale, lo doy por bien empleado. Incluso no me importa demasiado tener que trasladar en el maletero del coche los diferentes receptáculos con sus diversos contenidos, ya que los contenedores más próximos están a unos quinientos metros. Vale, lo hago.

Pero lo que desde luego no voy a hacer es dejar que me llamen gilipollas con anuncios como este y encima me quieran criminalizar por perjudicar el medio ambiente. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Hacer subdivisiones en el depósito del papel -couché, prensa, estraza, cartón-? ¿O en el de vidrio -vidrio blanco, verde, ambar-? Se me ocurre que la CAM, padre del anuncio, podría emplear la pasta de tan estúpido mensaje en multiplicar el número de contenedores o en pagar a buenos creativos publicitarios, que los hay.

Desde aquí declaro que como me sigan tocando las narices a pesar de tomarme en serio lo del reciclado, mando a tomar por culo las bolsitas de colores y vuelvo a mezclar el vidrio - cristal, el papel, las latas de sardinas, el yogur que me caducó hace un mes y las cáscaras de melón. Y que lo vayan poniendo todo en el casquillo, a ver si luce.