lunes, 30 de julio de 2007

¿Cómo dice...?

Cogido al vuelo en varios boletines informativos de la radio:

"... murieron más de doscientos muertos..."

"... eta exige a los empresarios cantidades más superiores..."

"... se están ultimando los últimos detalles..."

"... el gobierno exploró todas las posibilidades posibles..."

"... no se entiende por qué no preveyeron las consecuencias..."


Son periodistas.
Por tanto, son comunicadores.
Luego la palabra es su herramienta de trabajo.
Conclusión: agradezco en el alma que no sean médicos (diseccionarían nuestras vísceras con un abrecartas).

sábado, 28 de julio de 2007

El último fichaje


El rubiales se llama Oscar y tiene ahora poco más de dos años. Cuando nació, mi mujer tenía cuarenta y cinco y yo acababa de cumplir cuarenta y ocho. Deseado, sin duda, pero ciertamente inesperado (puedo asegurar que los dos conceptos no siempre son incompatibles), el crío vino a resucitar emociones y experiencias vividas por última vez veinte años atrás. Y a pesar de los nueve meses para ir haciéndonos a la idea, cuando al fin lo tuvimos en brazos, nos parecía que aquello no nos podía estar pasando. La felicidad nos llenaba por los cinco costados -cuatro no eran suficientes-, pero era inevitable cuestionarse cosas que hace tantos años ni se nos ocurrieron. Y lo primero que te preguntas es si eres joven.
Durante algun tiempo hicimos un examen exhaustivo de la nueva situación y llegamos a la conclusión de que la cosa no era como antes. Evidentemente. Ni mucho menos. Y ello nos llevó a tomar algunas decisiones importantes, que pueden resumirse en estas: nosotros no volveríamos a tener noches en blanco; no alimentaríamos al niño diariamente; no asumiríamos las responsabilidades más importantes acerca de su educación; incluso nos permitiríamos alguna licencia que rayara en la malcrianza. Todo lo anterior es labor de los padres, y nosotros decidimos ejercer como nadie la de abuelos primerizos, que es la que nos toca.
Ah, y a la pregunta sobre si somos jóvenes, la respuesta es clamorosamente afirmativa.

domingo, 22 de julio de 2007

Otro mar



Este mar nocturno de hoy sólo me vivía dentro. Un día me tiró del hígado y me pidió salir.
Hoy quiero rescatarlo del archivo para contraponer esta visión a la diurna, y también para que luna se reconcilie con esa cara del mar que le hace sufrir.








viernes, 20 de julio de 2007

"Playa cántabra"


Acabo de leer algunos de los comentarios en el blog propio y en los ajenos. La publicación de las últimas fotos de portorosa, han provocado la nostalgia unánime, cuando no la envidia, de un mar que no todos tenemos cerca. Y se me han puesto los dientes largos, y se me ha ocurrido desempolvar este cantábrico, pintado ya hace algunos años, para engañarme y para compartirlo con todo el que se asome a esta ventana.

jueves, 19 de julio de 2007

Morosos

Los datos parecen alarmantes, a lo mejor hasta lo son, pero desde luego, a mí no me sorprenden. Me refiero al escandaloso incremento en la cifra de morosos en el último año (creo que sólo en Madrid): el 68%. Parece ser que estos datos están recogidos a partir de las demandas judiciales por impago de las cuotas del préstamo hipotecario, interpuestas por las entidades de crédito.
No sólo no soy un experto en economía, sino que no tengo ni idea, pero digo que no me sorprende por puro sentido común y un poco de sentido de la observación. Desde hace unos años y hasta hace muy poco, se concedían hipotecas con enorme facilidad. El momento era muy bueno, los tipos, bajos y las previsiones, optimistas. Ya está: los jóvenes (y no tanto) medianamente bien remunerados, se embarcan en la aventura (cosa encomiable, por otro lado), y aquí paz y después, gloria, que quedan 45 años para pagar. Y los bancos, a frotarse las manos (échese un vistazo, si hay ganas, al incremento anual de los beneficios de la banca, desde hace, por ejemplo, 10 años).
Como todo es cíclico, ahora toca pasar del sol a la sombra, y resulta que la casilla del recibo donde antes decía 750, ahora dice 1.100. Bien, de acuerdo, no estoy descubriendo nada. Pero tengo para mí que el problema no es este, o, al menos, no del todo.
El problema empieza de verdad cuando, amparados en la euforia económica del momento, que se nos antoja eterna, nos endeudamos no sólo por encima de nuestras posibilidades, sino -lo que es peor-, de nuestras necesidades. Parece que ahora todo se ha de hacer desde los dictados del frenesí y la compulsión, sin pensar más allá de lo que pide la inmediatez. Porque la velocidad que imprimimos a nuestro ritmo vital, convierte todo, absolutamente todo, en efímero. Todo menos el deseo permanente de colmar nuestras necesidades.
Hasta no hace mucho, y no hablo de épocas de carestía severa, que a Dios gracias, no he conocido, era más que frecuente el hecho de que la adquisición de algo, comportaba la renuncia a algo, por una sencilla razón de equilibrio o compensación. Eso se acabó. Estamos instalados en el estado del bienestar, en la era del "todo al alcance de todos" y cuanto antes, mejor. Pero no siempre distinguimos bien entre la posibilidad de obtener, y la obligatoriedad de obtener, por el hecho de que algo esté al alcance. Se nos ha olvidado conjugar el verbo "renunciar" desde que hemos descubierto que la felicidad (infelices) se puede comprar a crédito. Además del piso, puedo tener un coche nuevo, irme con la parienta 15 días a un hotel en Cancún todo incluído, comprar un televisor de plasma, el más grande, y renovar el PC que compré hace año y medio, porque se ha quedado obsoleto. Además, es muy fácil, sólo hay que llamar a una de esas compañías que te reunifican todos los pagos, te reducen la cuota a la mitad y te hacen creer que sigues siendo el rey del mambo.
¿Que se ha incrementado la morosidad en un 68%? Vale más no revisar los datos, no sea que haya que corregirlos.

lunes, 16 de julio de 2007

Imágenes


He estado releyendo las últimas entradas de los blogs que frecuento, para detenerme, sobre todo, en las fotos que quedan colgadas -casi todas espléndidas-, y los comentarios que suscitan. Hay algo común en todos ellos, o a mí me lo parece, y es el efecto balsámico que produce (tanto en el autor como en el espectador pasivo) la inmortalización de un momento particularmente especial: la luz, siempre efímera e irrepetible de un amanecer, la línea de olas rompientes de una playa del Cantábrico al ocaso, la silueta negra de una espadaña contra un cielo rojo, qué sé yo. Son los materiales con que vamos construyendo ese mundo paralelo del que echar mano de cuando en cuando para mantener el tipo. Sí, sí, ya sé que en la lenta y efectiva construcción de los paraísos artificiales, no todo son fotos. No estoy pasando por alto los recuerdos, los libros, los sueños, los proyectos y todo lo que en sí mismo representa la arquitectura del refugio inexpugnable. Pero hoy quería referirme sólo a las imágenes por la relación que guardan con la pintura, de la que mi modesta tribuna toma la parte primera de su nombre, y a cuya actividad me dedico.
La línea creativa que sigo actualmente tiene poco o nada que ver con el óleo que ilustra este texto, y que, paradojicamente terminé hace apenas un par de meses. Pero la necesidad de abonar mi mundo alternativo me lleva con frecuencia a traicionar abstracciones, aunque suele tratarse de infidelidades breves, para inventar cielos, luces, perspectivas, arideces, vegetaciones: en definitiva, espacios en los que el espíritu gusta de recalar cuando anda escaso de batería.

martes, 10 de julio de 2007

Diez años

La efeméride sopla, brusca, violenta, el polvo de la memoria, para morder la herida que todo humano de bien lleva mal cerrada desde entonces. Y duele, vuelve a doler con la rabia de aquel día en que el grito se nos vino de las tripas a la garganta y todos fuimos una voz sola, un clamor de ira incontenida y sin bandera, una única espada gigantesca y letal que hizo temblar a esos asesinos miserables, conscientes de que su hazaña había sido el peor de sus errores, que nos hizo conocer el terror en el terrorista.
Diez años. ¿Qué hemos hecho con aquellas manos blancas, qué queda de la fuerza que pisó el cuello de las alimañas. ¿De qué sirvió la sangre de Miguel Angel? Espíritu de Ermua, Basta ya, asociaciones de víctimas, pactos antiterroristas. No estamos mejor que antes. No sabemos. Porque se nos da peor encarar el problema que evocar efemérides.

jueves, 5 de julio de 2007

C.

Cuando conocí a C. le faltaban unos meses para cumplir diecisiete. Yo andaba rondando los veinte. Con frecuencia se recogía la abundante cabellera morena en una coleta hasta media espalda. La espalda, ése es el primer recuerdo. Ella solía ocupar un sitio en una de las primeras filas para atender, como cabía esperar de una alumna diligente, las explicaciones del profe. A mí me seducía más la retaguardia para no perder la perspectiva general del aula, especialmente en materia de féminas, de las que el curso estaba bien nutrido. Primero fue la espalda. Poco después, una breve historia de adolescentes, de esas que te atrapaban el corazón sin apenas rozar la piel (Dios mío, qué distintas las cosas ahora, qué viejo me estoy haciendo), de esas que tanto tiempo después uno recuerda y se sorprende mecido en la memoria de lo que pudo haber sido y no fue, como dice el bolero, para comprobar una vez más que nuestro espacio no era aquél, sino este, que me permite el lujo de afirmar que C. es la mejor amiga que he tenido jamás. Y de la que me enorgullezco día a día. Y de la que he aprendido tanto. A lo largo de más de treinta años -en los que la vida le ha puesto a prueba hasta decir basta-, no he visto en ella más que serenidad, coraje, valentía y una fuerza demoledora (que ella ignora), ante situaciones que, si me hubiera tocado vivir a mí, me habrían roto en mil pedazos.
Sé que hoy lo está pasando mal, pero mañana se estará echando esto a la espalda (otra vez, la espalda).
C. sabe bien que la quiero y que me tiene. Y hoy quiero darle un beso desde esta atalaya.

domingo, 1 de julio de 2007

Gamoneda

El pequeño trozo e tierra, toda inhóspita aún, que algún día espero se convierta en el jardín de nuestra casa, me proporciona hoy, primero de julio, el regalo de disfrutar de una corriente de airecillo fresco cuando todavía no son las ocho y media de la tarde. Pocos días quedan ya, me temo, hasta octubre, como éste, al menos aquí, tierra adentro.
Aprovecho para leer una entrevista a Antonio Gamoneda en un suplemento dominical. Admito no haber leído nada suyo y me prometo remediarlo. Setenta y tantos años algo maltrechos por circunstancias ajenas a la edad, pero una cabeza, me parece, lúcida y limpia, que destila la serenidad de quien está seguro de haber vivido haciendo lo que debía sin hacer más ruido que el preciso. Y la humildad propia de los grandes, que, o no saben que lo son, o ponen todo su empeño en no parecerlo.
Casi al término de la entrevista, se le pregunta acerca de "la importancia de regenerar nuestra educación, acercándonos, como él hizo, al hecho poético, al respeto por el concepto primitivo de lo sagrado, al silencio". Su respuesta: "Sería decisivo para los niños. El pensamiento poético es música en su origen. Alejamos a los niños de la poesía y del concepto primitivo a cambio de fórmulas productivas. Les alejamos de las formas de conocimiento que suponen sensibilidad y abstracción, a cambio de pensamiento utilitario." No se puede expresar una verdad con mayor acierto. Gracias, don Antonio. ¿Servirá de algo?