viernes, 30 de noviembre de 2007

Un guiño (para Diarios de Rayuela)



El amor por la tierra en la que le han parido a uno, no es transferible. Como tampoco lo es el dolor por el daño que le puedan producir, por insignificante que parezca. De ahí la exultación o el abatimiento. Hoy, que me pareces algo más próximo a lo segundo, quiero enviarte este regalo simbólico como testimonio del profundo cariño que siento por tu patria chica.

Un abrazo.

5 comentarios:

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Acabo de llegar de viaje. No he visto hasta hoy este detallazo. De verdad que emociona. Emociona que desde rincones lejanos le tengan cariño al lugar de donde es uno (y que es el lugar que se ama y que por tanto también duele a veces). Que lo pinten tan bien (ahí detrás, por cierto, trabajo, así que ese rincón es mi paisaje diario). Que lean lo que uno con más torpeza de la que quisiera escribe -y que además lleguen a sentir empatía por esos sentimientos que se cuentan-. Y por si fuera poco, que nos dediquen un comentario tan entrañable.
Un muy fuerte abrazo, desde Gijón, esta pequeña patria en la que tienes, no lo dudes Amart,un amigo.

luna llena dijo...

Creo que como bien dices el amor por la tierra en la que uno ha nacido no es transferible, pero si puede ser al menos compartido, el dolor por el daño que la hacen...y es que es algo que pasa en todas partes, en todos los rincones del planeta. Besos de luna

Tawaki dijo...

Vaya lujo de regalo. Claro que una patria chica así es más fácil de defender. Ya conocéis mi amor por Asturias.

Un abrazo

francisco aranguren dijo...

La patria chica es sobre todo importante cuando uno ya dejó de ser parte de esa tierra. Yo llevo más tiempo fuera de mi tierra que el que en ella viví, y ahora de verdad suelo pensar en sus calles y en los lugares donde fui niño.

amart dijo...

Tawaki, Francisco Aranguren, gracias por vuestros comentarios. Yo creo que la patria chica es una realidad tangible, geográfica, sólo como denominación. Cuando pasa el tiempo y los escenarios cambian, y algunas calles o edificios desaparecen o se transforman, y la nueva realidad, siendo la misma, es otra, y además nos hemos hecho más viejos, entonces la patria chica cobra ese tinte íntimo y nuestro que nos traslada, como tú decías, Francisco, a la infancia. Y pasa de ser un espacio a una profunda sensación de arraigo.
Un abrazo a los dos.