lunes, 29 de octubre de 2007

Azul



Lo único que tienen en común los prolegómenos de la creación de la obra son los aspectos puramente mecánicos: el corte medido de la tela, el montaje adecuado de ésta sobre el bastidor, el tensado, la imprimación y el tiempo de espera hasta que seca. Este último paso es el que empieza casi siempre a marcar la diferencia entre un cuadro y otro . Ahí es donde de verdad se empieza a trabajar, en la observación del soporte ya dispuesto, blanco, virgen, casi provocador. Es un proceso lento pero siempre productivo, pues esa observación termina por transformarse en una suerte de diálogo del que va a depender que el objeto pictórico se defina en formas, colores, contornos netos o aguadas imprecisas.
En este caso, acabado el diálogo, entre mis ojos y el lienzo solo flotaba un concepto: "azul". Eso fue todo.

viernes, 26 de octubre de 2007

Gore, Gore,... que te pillo.

Recordarán Vdes., sin duda, el viejo clásico de Delmer Daves El árbol del ahorcado. George C. Scott interpretaba el papel de un predicador histriónico y apocalíptico en un a tierra de colonos y buscadores de oro.
¿Y por qué me acuerdo yo ahora de esto? Pues no sé, pero sospecho que Al Gore tiene algo que ver.
Mi autoridad científica en el asunto del calentamiento global, el cambio climático y todo eso, viene a ser aproximadamente la misma que la de mi perro, pero suelo practicar la humana facultad de la reflexión, cosa que hasta el momento, mi perro no ha podido hacer.
Vaya por delante el respeto debido a toda persona que tenga la condición de tal, pero hay algunas cosas en la actitud de este tipo que hacen chirriar el engranaje de esa gigantesca máquina mercadotécnica que ha puesto por medio, por más que no le falten razones para avalar lo que propugna. O al menos, parte de ello.

Esta arenilla es la que hace sonar los rodamientos:
- Como vicepresidente de Clinton, Al Gore no se adhirió al protocolo de Kyoto. Recordemos que EE.UU. es el país más contaminador del mundo.
- No ha desmentido ni justificado que el gasto energético de sus propiedades inmobiliarias supere en veinte veces el de cualquier familia media.
- En sus conferencias, por las que viene cobrando 200.000 euros (o dólares, tanto da), no permite turno de preguntas.
- Numerosos puntos de su obra de divulgación han sido rebatidos por buena parte de la llamada comunidad científica.

Con estos precedentes, aquí el pollo viene a decir que ojo, que la Florida se hunde, que si el CO2 y que si el efecto invernadero. Los progres se arroban escuchando un discurso por el que han pagado 1.200 euros, en el que no pueden plantear dudas, y cuando el orador termina, recoge su puntero y sus filminas, pone la mano y se va en su jet privado (cuyos tanques de combustible creo que están llenos de agua destilada), acompañado de tres o cuatro personas más, y pone rumbo al siguiente salón de congresos.
A mí me parece lícito y perfecto que este personaje (¿se han dado cuenta de que ha engordado lo menos 150 kg. en los últimos diez años?) haya encontrado en la portavocía -que decide arrogarse- de un problema planetario, el filón de su vida, siempre que haya gente dispuesta a subirle a los altares de la ecogloria. Haber logrado colocarse en este nivel, es un mérito que no debemos negarle. Pero yo digo aquello de que la mujer del césar no sólo tiene que ser honesta, sino parecerlo.

Espero que por su discurso tras haber recibido el Príncipe de Asturias, le haya hecho una rebajita a la Fundación.

Dura lex, sed lex

Y la justicia se pronunció. Han sido días de incertidumbre y dudas, de tensa espera, pero al fin ha hablado la señora ciega de la balanza.
La víctima ha cometido el error de conservar todos sus dientes tras la patada en la cara; de no presentar hematomas (salvo los psicológicos, que, al parecer, el escaner no ha detectado). Por lo tanto, no ha habido delito, sino falta. Y la prueba del video no resulta del todo concluyente, quizá exista alguna duda razonable sobre la intención del sujeto.
El agresor ha sido ejemplarmente condenado a la libertad sin fianza, a permanecer a más de mil metros de su víctima, a no utilizar la línea 8, a presentarse dos veces al mes ante el juez y dos veces al día ante el comisario. Se barajaban otras sanciones, como dejarle sin postre, prohibirle jugar a la play o amenazarle con no volver a dejarle entrar en Port Aventura, pero parecían medidas demasiado crueles y desproporcionadas para con la falta cometida. Además, el condenado parece dispuesto a rehacer su vida. De hecho, se le presenta un esperanzador futuro como entrevistado en algunos programas de mierdavisión, previo pago de mil euritos para las birras.
Entretanto, aún no se ha podido determinar con exactitud de dónde viene el hedor, si del legislativo o del judicial.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Crónica de sucesos.

Barcelona, 22 de octubre de 2007



El pasado día 4, aunque la noticia no ha trascendido hasta hoy, tuvo lugar un incómodo incidente en tre dos pasajeros del metro, con resultado de contusiones leves en la persona de uno de ellos. Los hechos fueron recogidos por una cámara de seguridad del vagón en el que viajaban ambos implicados.
Al parecer, todo comenzó cuando un ciudadano español se vio descaradamente provocado por la presencia de una ecuatoriana que estaba sola, sentada a varios metros de distancia. La presencia de la joven hirió la sutil sensibilidad del hombre, quien, con el fin de evitar penosas equivocaciones, se acercó prudentemente a ella. Una vez confirmadas las sospechas en cuanto a su condición de inmigrante (rasgos físicos, tono de la piel...), se vio obligado a responder a la provocación propinando a la muchacha, de dieciséis años, dos o tres bofetadas, al tiempo que iniciaba un amigable diálogo con un "inmigrante de mierda". Comoquiera que ella trató de cubrirse la cabeza, dejando el torso desguarnecido, el joven no tuvo más remedio que pellizcarle un pecho, evidentemente como muestra de buena voluntad.
El incidente podría haber quedado en estas minucias, pero según se aprecia en las imágenes, la pasajera permaneció quieta, acurrucada y en silencio, lo cual debió de ser considerado por el hombre, como es lógico, como un acto de soberbia o al menos, de mala educación, por lo que, seguramente a su pesar, no le cupo otra opción que dar una patada en la cara y otras pocas bofetadas a la provocadora. Después, salió del vagón.
Fuentes generalmente bien informadas aseguran que el joven no quiso denunciar el hecho. No obstante, fue llamado a declarar, quedando casi inmediatamente en libertad con cargos (se desconoce qué cargos).
En otro orden de cosas, y sin que apenas tenga que ver con el caso, las mismas fuentes afirman que mientras el ciudadano declaraba, un fiscal fue visto jugando al parchis.

lunes, 22 de octubre de 2007

Valdano, o la cursilería del rapsoda

Una vez más, la transmisión de un partido de fútbol, o más bien los comentarios de los lances del juego, me producen una sensación a mitad de camino entre el hastío y el ardor de estómago. Esta vez no es el comentarista habitual de la Sexta (pesadísimo, por otra parte), sino su invitado, Jorge Valdano. Qué manera de adornar y adornarse, de hacer florituras bobas e innecesarias con las palabras, de sobar circunloquios absurdos. Bueno, ya le conocen de cuando entrenaba al Madrid: era ver un micro delante de él y se le saltaban las lágimas de emoción.
Bien, sólo dos apuntes. Poco después de que Riera, delantero del Español, marcara el primer gol, rematando de un cabezazo impecable un saque de esquina, el rapsoda hace un comentario: "Riera tiene una elevación vertical parecida a la de Ayala". ¿Tan ordinario le resulta decir salto? ¿Es más ilustrativo soltar esa lírica estupidez?
Poco antes del final del partido, el Madrid parece volcarse, ya inútilmente, en el área contraria. Y se oye la autorizada voz del ex-deportista:"Un gol del Madrid incidiría en el sistema nervioso del Español".
Cursiladas de este tamaño son las que inciden en el mío.

sábado, 20 de octubre de 2007

¡A ver quién me corrige!

Escritores, periodistas, consejeros de cultura, profesionales de la radio y la televisión, artistas, actores, cineastas, presentadores de eventos. A muchos representantes de estos y otros gremios les he oído decir con desesperante frecuencia Neardental por Neandertal. No sé si se han percatado de que lo que nombran, aparte de no significar nada, suena más a consulta de odontólogo que a otra cosa. Pero todo vale, nadie les llama al orden.
Bien. A partir de mañana voy a empezar a decir Grabiel, nesecidad, prespectiva, anédocta y ojebto. A ver quién tiene narices de corregirme.

viernes, 19 de octubre de 2007

Una respuesta (para Sir John More)

(Conviene leer Sobre el activista cristiano, para Amart).


Querido Sir John, supongo que conocerás el chascarrillo: le preguntan a un labriego si cree en Dios, y el hombre contesta "yo, de religiones, nada, ni siquiera creo en la católica, que es la verdadera". Pues así, desde que el mundo es mundo. El hombre, oscilando entre su poder y su insignificancia, entre lo que cree controlar y lo que parece transcenderle, incurriendo en constantes contradicciones desde la noche de los tiempos, inventando historias para hacer explicable todo aquello a lo que no ve explicación. ¿De dónde, si no, los ritos primitivos con sus megalíticas arquitecturas, las brillantísimas mitologías posteriores, el nacimiento, al fin, de las religiones?
Como tantos, fui a un colegio de curas desde los cinco hasta los diecisiete años. No tengo, en general, mal recuerdo, aunque siempre estarán frescas en mi memoria las imágenes de algunos curas y profesores a cuya labor educativa debo mucho, así como las de algunos curas y profesores que entonces me parecieron unos hijos de puta y hoy me lo siguen pareciendo (recuerdo bien los nombres de unos y otros).
Mi educación religiosa, así, fue lo que fue, y cuando tuve edad de pensar por mí y de plantearme dudas, descubrí que la figura de Jesucristo era una cosa (dimos bastante historia sagrada, claro), y la de su iglesia, a través de sus representantes, otra muy distinta. Luego, al leer algo de Historia Universal, del Arte, y algunas cosas más, me convencí de que la naturaleza corrupta de muchos de los representantes más preclaros de la iglesia, nada tenía que ver con el mensaje de Jesucristo. Y así se produjo la disociación. Hoy me identifico con el legado de aquel hombre que fue capaz de movilizar a las masas predicando consignas tan asombrosamente revolucionarias como el amor al enemigo, el perdón sin condiciones y el ejercicio de la no violencia.
Eso es lo que me vale, Sir, aunque no soy capaz de llevarlo siempre a cabo. O sea, casi nunca. Es muy difícil. Lo demás, sinceramente, y perdón por la expresión, me la sopla. Me la soplan los cristianos de escaparate y gomina cantando simplezas monjiles, como los que describes (y a los que creo que dedicas bastante más espacio del que merecen); me la soplan los charlatanes de discurso apocalíptico, muchos de ellos con una mano en el misal y la otra en la culata; me la soplan las señoronas de relumbrón y chanel que salen de misa como de la pasarela Cibeles, pensando en el chorreo que van a echarle a su mucama por no limpiar bien la plata; me la sopla y reniego de la macro riqueza de muchos de quienes se sienten legítimamente llamados a predicar la pobreza y la misericordia y la caridad (mensaje central de Cristo); me la sopla quien cierra las puertas del templo a quien ha osado divorciarse. A mí, Sir, me la sopla mucha gente, qué quieres que te diga.
Sin embargo, me descubro ante quien tiene el valor de dejarlo todo y marcharse a compartir malarias, aunque no haya pisado una iglesia en su vida. O ante los misioneros anónimos, sean curas o peritos agrícolas, que se largan a la selva del Perú a enseñar a leer. O ante quien, movido por la voluntad de Dios (ellos así lo creyeron) fueron capaces de escribir algunas de las más bellas páginas de la literatura universal (Santa Teresa, San Juan de la Cruz). O ante figuras de la talla de Teresa de Calcuta. O ante un payaso vocacional que lleva varios años dando la vuelta al mundo en bici, haciendo reír a los niños de cientos, miles de poblados inmundos (por cierto, si no conoces su web, es biciclown.com. Muy recomendable).
Te decía, amigo Sir, que estoy a años luz de los meapilas y de los visones de comunión diaria. Pero me encuentro muy cómodo creyendo en aquel hombre (que, por cierto, existió).
Soy un mal cristiano, lo sé, y no tengo muy claro cuál es la transcendencia ultraterrenal del personaje; estas cuestiones no pueden dirimirse desde la razón, y mi fe, la verdad, hace agua. Por otro lado, jamás me preocupé de hacer proselitismo de ninguna clase, lo cual no creo que me procure muchos puntos para una plaza en la eternidad. Trataron de hacerlo conmigo una vez, siendo yo muy joven, un tipo relamido, del opus, en un tren. Tardé en mandarle cerca lo que tardé en oírle hablar.
En fin, Sir, siempre he tratado de hacer bien, o al menos, de no hacer daño a nadie, pero no porque lo dijera Cristo, sino porque mi madre, a la que tengo la fortuna de conservar, se ocupó de ello.
Por último, amigo, aunque haya discrepancias, déjame decirte que no me habría molestado en escribir este texto, contestando al que has tenido la delicadeza de dedicarme, si tu exposición no destilara buena voluntad y respeto de la primera palabra a la última. Admiro tu elegancia y espero seguir disfrutando mucho tiempo de tu magnífico cuaderno.
Y no te preocupes, ya sabes lo que decía el viejo profesor : "Dios nunca abandona a un buen ateo".
Un fuerte abrazo.





martes, 16 de octubre de 2007

¿Cómo no se me ocurrió?

A medida que voy cumpliendo años, va creciendo en mí el convencimiento de que soy un hombre afortunado. Porque vivo de casualidad. ¿Algún accidente felizmente superado? ¿Alguna enfermedad incurable vencida? No, no, gracias a Dios, nada de eso. Verán. Cuando era niño, y en una casa con mucha gente y los recursos limitados, mi alimentación era lo que era: leche con galletas para desayunar; bocadillo (todavía no se llamaba bocata) de mortadela para el recreo (todavía no se llamaba segmento de ocio, la madre que los parió, qué cursilada); lentejas, o cocido, o albóndigas, o pescado, para comer; otro bocadillo de lo que fuera, para merendar; y una sopa y algo más para la cena. Bastante completo, ¿no?. Bueno, pues eso es lo que yo creía, pero no.
Vivo de casualidad y me doy cuenta ahora que descubro que nunca me dieron ningún lácteo monodosis a base de L-Casei immunitas, que casi parece una sentencia de Horacio, para protegerme de los factores hostiles externos. Cómo me fue posible soportar las duras jornadas escolares sin semejante seguro, es algo que me maravilla.
Pero eso no es todo. ¿Cómo puedo haberme salvado de algún telele por no consumir las imprescindibles isoflavonas sin las que hoy no es posible sobrevivir? Creo que esto va a tener consecuencias serias.
Me miro al espejo alarmado, descompuesto, aterrorizado. Me palpo el cuerpo buscando con desesperación los efectos irreversibles de alguna otra carencia esencial. Un sudor frío me empapa la frente... ¡La frente!¡Pero si está cada vez más despoblada! Me doy golpes de pecho, toda la culpa es mía por no haber utilizado (ahora se me hace la luz) algo tan elemental como un nutricosmético a base de taurina y catequines de té verde. ¡Cómo se me pudo pasar!
Observo mi imagen demudada, no me reconozco, algo me oprime los pulmones. ¡Qué me pasa...! ¡Ya está! ¡El betaglucano! ¿Cómo he sido tan inconsciente de no incluir en la dieta el betaglucano?
Se me seca la boca, se me pega la lengua al paladar, esto es el fin, qué me está ocurriendo... ¡Socorro, lo acabo de descubrir, quizá demasiado tarde! Toda la vida limpiándome los dientes con Profidén, torpe de mí. ¿Por qué no lo habré hecho con peróxido de carbamida, hombre, si es lo natural? Me veo desdentado en 24 horas.
Camino con dificultad, más bien, me arrastro, se me nublan las ideas, esto se acaba. Intento llegar a la cocina, al fin lo consigo, abro la nevera reuniendo mis últimas fuerzas. Busco, rebusco, derramo la leche, aparto de un manotazo la fruta y las cervezas, que ruedan por el suelo con estrépito. ¡Maldición! ¡No encuentro yogures bifidus actirregularis! ¡Qué va a ser de mí! Creo que voy a dejarme morir, no lo soporto más.
Pero no, hago acopio de las últimas briznas de voluntad e intento pedir ayuda. Todo inútil, siento una punzada atravesarme el pecho. A punto de perder para siempre la conciencia, me invade el postrer pensamiento: ¿por qué no tomaría estanol vegetal para reducir el colesterol?
Después, todo silencio.

jueves, 11 de octubre de 2007

¿Cómo dice...? (IV)

1- Plano de situación: galería de alimentación, ya antigua, dispuesta en dos alturas. Hay un montacargas de uso exclusivo para proveedores (grandes bultos, piezas enteras de carne, cajas de pescado, etc.). En una de las paredes del elevador, un letrero bien visible. Pero no es un trozo de papel escrito a mano de cualquier manera, no. Es una chapita roja de plástico con letras impresas que dice: "PROHIBIDO EL USO DE PERSONAS".
Es decir, que las personas pueden ser usadas como convenga, en cualquier parte, pero no en el montacargas. Habrá que dar parte a la comisión de derechos humanos.

2- Cogido al vuelo en una de las últimas crónicas deportivas de la radio: "La defensa del Sevilla sigue haciendo aguas". Claro, si los defensas del Sevilla se dedican a hacer sus necesidades en lugar de jugar al fútbol, el equipo nunca ganará la liga. Queda patente el poder de la letra (en este caso, el de la s).

3- Más radio. Crónica de sucesos: "Hallado en un contenedor el cadáver de un recién nacido en avanzado estado de gestación..." Tras abominar del hecho macabro, me pregunto de cuántos meses estaría el bebé. El locutor (¿periodista?), matiza la información a renglón seguido: "... o sea, con embarazo a término". Ah, ya, ahora está mucho más claro.
¿Habrá un agujero lo suficientemente hondo para que se haya podido esconder el cronista?

viernes, 5 de octubre de 2007

Esas viejas historias de amor

Tiene la memoria infinidad de puertas que creemos cerradas para siempre. Tras ellas alcanzamos a suponer que se esconden datos irrelevantes que por su naturaleza no merecen estar en primera línea, o recuerdos dolorosos que, siendo aquélla selectiva, tiende a enmohecer como medida de protección.Sin embargo, en ocasiones aparece un resquicio en el que no habíamos reparado. Basta asomarse y soplar un poco para que el milagro se produzca y se nos revele con toda nitidez ese archivo que creíamos perdido.
Algo así debió de ocurrirme hace un par de días cuando, apenas recién despertado, y sin un suceso previo cuya afinidad lo justificara, recordé un corto que vi en televisión hará no menos de cuarenta años. Naturalmente, los detalles se han perdido para siempre, no recuerdo si era español, americano, italiano, ni tampoco el nombre del director ni el de los actores. Que eran sólo dos, y a los que llamaré Juan y María.
Es un matrimonio joven y enamorado que ocupa una humilde vivienda de alquiler en una ciudad deprimida por la posguerra. Quizá a principios de los cincuenta. Hoy se cumple el primer aniversario de su boda y María se levanta, como cada mañana, media hora antes que su marido, se asea, rápida y diligente, se recoge en un moño, con movimientos resueltos y bien aprendidos, su espléndida y larguísima cabellera morena, de la que se siente secretamente orgullosa, y corre a preparar un trozo de pan con aceite y un brebaje parecido a café para que su Juan no se vaya a trabajar con el estómago vacío. Durante el parco desayuno se felicitan con los ojos, con la sonrisa, con las manos. Princesa, todo esto pasará, yo me encargaré de que no te falte de nada, yo... Ella le tapa la boca con un beso y le quita con gesto mecánico una mota inexistente en la solapa. Entonces se da cuenta de que Juan se ha puesto el reloj de pulsera. El reloj de oro que heredó de su padre, su único patrimonio. ¿Cómo es que te lo pones? Mira que se te va a perder, con lo desgastada que tienes la correa, anda, trae. No, María, no, déjame que lo lleve en un día como hoy, como un señor, igual que hace un año. Ella accede, vuelve a besarle y le despide en la puerta. Juan se vuelve un instante para deshacerle el moño, y acaricia una vez más su cabello mientras se va desmadejando. ¿Te he dicho alguna vez que tienes un pelo precioso? Anda, tonto, vete ya, que vas a llegar tarde.
Pasan las horas, lentas, tristes, grises en las que cada uno repasa el año vivido. Las cosas no están saliendo como queríamos. Tienen muchas razones para hablar de miseria, de precariedad, de equilibrios imposibles, pero no se acuerdan, no quieren acordarse porque los sueños se lo impiden. Nos iremos de esta casa y tendremos otra, exterior, con dos habitaciones, donde no pasaremos frío en invierno, y compraremos muebles, e iremos al teatro.
Juan vuelve a las ocho de la tarde. Exultante de alegría, recompone el nudo de la corbata y llama a la puerta. Cuando María le abre, se le borra la sonrisa, enmudece, se le cae el mundo. Ella lo abraza, los ojos llenos de lágrimas, feliz. Le besa en los labios una y otra vez. Juan mira a su esposa incrédulo, atónito, sin querer reconocerla. Pero ¿qué has hecho, mujer? ¿Qué has hecho con tu pelo? María se seca las lágrimas y corre al cajón de la mesa, saca un paquete envuelto y se lo ofrece. Cariño, lo he vendido, no importa, ya crecerá, ¡anda, ábrelo, ábrelo! Juan abre el paquete muy despacio y descubre una preciosa pulsera para su reloj. La sostiene, con la mirada perdida, impávido, mudo. ¿Es que no te gusta?, apenas un hilo de voz. El hombre se limita a sacar lentamente una cajita con un lazo que guarda en el bolsillo. La pone sobre la mesa y se deja caer en una silla. María la abre: dos pasadores de oro para su pelo. Luego, clava sus ojos en las muñecas desnudas de Juan.

Ah, esas viejas historias de amor...