jueves, 13 de septiembre de 2007

Grande. Gordo. Genial.

No quisiera dejar pasar más tiempo sin escribir un breve testimonio de reconocimiento.
No por esperada se me hizo menos triste la noticia de la muerte de Luciano Pavarotti. Confieso mis escasos conocimientos en materia operística, pero no encuentro en ello obstáculo para manifestar mi más profunda admiración por el recién desaparecido. En cualquier foro más o menos especializado, o en cualquier telediario, se hicieron, hace unos días, las más diversas semblanzas del tenor, abordando sus dimensiones humana, lírica o filantrópica. No voy a incidir ahora en ninguna de ellas; prefiero darlas por supuestas, y si en alguna se llegara a exagerar -costumbre habitual al alabar las virtudes de todo muerto-, pues me da igual, como me da igual que hayan podido silenciarse aspectos menos encomiables. Al fin y al cabo, también los divos tienen derecho a guardar algún cadáver en el armario.
Lo que sí puedo afirmar es que la voz de este hombre, no sé si por su timbre, su transparencia, su color (como dicen los entendidos), o por su asombrosa capacidad para alcanzar registros imposibles, es perfectamente reconocible entre de cenas de voces. Al menos yo la reconozco, y sospecho que le ocurre lo mismo a una impresionante masa popular. Creo que esta cualidad innata, unida a otras más estudiadas (como la de haber empeñado no pocos esfuerzos en desencasillar el bel canto de la elite, para desgracia de los puristas), hacen de Pavarotti un tipo único. Y esa condición le convierte en genio.
Es una lástima que la voz no sea un órgano, para que pudiera ser transplantada.

9 comentarios:

amart dijo...

No es lo mismo "decenas" que "de cenas". Pido disculpas por lo que espero sea entendido como una errata involuntaria.

FPC dijo...

Bueno, bueno... ¿y a quién trasplantarías es órgano? Habría muchos voluntarios para recibirlo... Pero es cosa de pocos tener ese don reconocible; la mayoría de los que lo tienen lo han adquirido: Clapton, por ejemplo, reconocible donde los haya. Disponer de él por nacimiento es cosa de suerte. Otro asunto es lo que haya hecho él con su don... que desde luego lo ha manejado bien...
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pertenezco a la masa inculta que le encanta Pavarotti, quizá el gesto más popular era el del pañuelo, para limpiarse el sudor.
Tampoco estaría mal irse con "decenas" de voces a cenar.
Me ha extrañado la fabulosa fortuna que produce algunos órganos, en su caso, la voz.

Saludos

amart dijo...

Hombre, FPC, planteaba la posibilidad del transplante más persiguiendo la inmortalidad de la voz, que pensando en un candidato aceptable. En cuanto a Clapton, que me encanta, cuando casque, habría que transplantarle su slow hand, ¿no?

No estaría mal, Luna, ni la idea, ni el juego de palabras.

Anónimo dijo...

Amart, gracias por tus ánimos. Quizás vuelva un día a escribir en mi blog y a hacer las visitas a los amigos de la blogosfera. Esta noche he entrado en tu espacio otra vez. Saludos.

francisco aranguren dijo...

Eso creo que es maravilloso: que la voz de cada persona sea única y reconocible (también que se transmita a los hijos, que a veces tiene la misma voz que su progenitor). Es una riqueza enorme la que pierde la Humanidad con cada persona que muere.

Sir John More dijo...

De acuerdo contigo, querido amigo. Me gusta mucho la ópera, pero como en todo, salvo en algunas obras concretas, me quedé un poco en la superficie. Y aun así, considero que extender la ópera a los legos es una cosa (que los legos siempre agradeceremos), y cantar baladitas dignas del Pelos Cobos, otra. Y Pavarotti, con esa sonrisa franca, con esa voz dulce e inolvidable, con esos momentos irrepetibles que nos regaló, hizo cada cosa... Con las que, además, hizo menos por extender la ópera a los legos, y más por mantener a los legos lejos de la ópera. Abrazos operísticos.

Sebastián Puig dijo...

... o clonada.

¿Son imaginaciones mías o éste está siendo un mes de dolorosas pérdidas?

amart dijo...

Besos para ti, Neves, siempre será un motivo de alegría volver a encontrarte por estas latitudes.

De acuerdo contigo, Francisco Aranguren, en lo que dices de la voz (además, es cierto que a veces se transmite de padres a hijos, yo conozco algún caso y resulta asombroso). En lo que no coincido es en que cada persona que muere es una pérdida enorme para la Humanidad. Bueno..., yo no deseo mal a nadie pero hay gente con cuya desaparición la Humanidad se quita un gran peso de encima.
Un abrazo, Francisco, y bienvenido a este espacio, que es el tuyo.


Amigo Sir John, como siempre, poniendo el dedo en la llaga. Es verdad: hizo unas cosas... Pero es que los divos están por encima del bien y del mal; están tocados por el dedo de dios. La voz. Eso es la que cuenta. Abrazos líricos.


No son imaginaciones tuyas, querido Rythm, por desgracia es así. ¿Te has dado cuenta de que casi nunca vienen solas las desgracias? Podía ocurrir lo mismo con los hechos venturosos. Un abrazo.