(Conviene leer Sobre el activista cristiano, para Amart).
Querido Sir John, supongo que conocerás el chascarrillo: le preguntan a un labriego si cree en Dios, y el hombre contesta "yo, de religiones, nada, ni siquiera creo en la católica, que es la verdadera". Pues así, desde que el mundo es mundo. El hombre, oscilando entre su poder y su insignificancia, entre lo que cree controlar y lo que parece transcenderle, incurriendo en constantes contradicciones desde la noche de los tiempos, inventando historias para hacer explicable todo aquello a lo que no ve explicación. ¿De dónde, si no, los ritos primitivos con sus megalíticas arquitecturas, las brillantísimas mitologías posteriores, el nacimiento, al fin, de las religiones?
Como tantos, fui a un colegio de curas desde los cinco hasta los diecisiete años. No tengo, en general, mal recuerdo, aunque siempre estarán frescas en mi memoria las imágenes de algunos curas y profesores a cuya labor educativa debo mucho, así como las de algunos curas y profesores que entonces me parecieron unos hijos de puta y hoy me lo siguen pareciendo (recuerdo bien los nombres de unos y otros).
Mi educación religiosa, así, fue lo que fue, y cuando tuve edad de pensar por mí y de plantearme dudas, descubrí que la figura de Jesucristo era una cosa (dimos bastante historia sagrada, claro), y la de su iglesia, a través de sus representantes, otra muy distinta. Luego, al leer algo de Historia Universal, del Arte, y algunas cosas más, me convencí de que la naturaleza corrupta de muchos de los representantes más preclaros de la iglesia, nada tenía que ver con el mensaje de Jesucristo. Y así se produjo la disociación. Hoy me identifico con el legado de aquel hombre que fue capaz de movilizar a las masas predicando consignas tan asombrosamente revolucionarias como el amor al enemigo, el perdón sin condiciones y el ejercicio de la no violencia.
Eso es lo que me vale, Sir, aunque no soy capaz de llevarlo siempre a cabo. O sea, casi nunca. Es muy difícil. Lo demás, sinceramente, y perdón por la expresión, me la sopla. Me la soplan los cristianos de escaparate y gomina cantando simplezas monjiles, como los que describes (y a los que creo que dedicas bastante más espacio del que merecen); me la soplan los charlatanes de discurso apocalíptico, muchos de ellos con una mano en el misal y la otra en la culata; me la soplan las señoronas de relumbrón y chanel que salen de misa como de la pasarela Cibeles, pensando en el chorreo que van a echarle a su mucama por no limpiar bien la plata; me la sopla y reniego de la macro riqueza de muchos de quienes se sienten legítimamente llamados a predicar la pobreza y la misericordia y la caridad (mensaje central de Cristo); me la sopla quien cierra las puertas del templo a quien ha osado divorciarse. A mí, Sir, me la sopla mucha gente, qué quieres que te diga.
Sin embargo, me descubro ante quien tiene el valor de dejarlo todo y marcharse a compartir malarias, aunque no haya pisado una iglesia en su vida. O ante los misioneros anónimos, sean curas o peritos agrícolas, que se largan a la selva del Perú a enseñar a leer. O ante quien, movido por la voluntad de Dios (ellos así lo creyeron) fueron capaces de escribir algunas de las más bellas páginas de la literatura universal (Santa Teresa, San Juan de la Cruz). O ante figuras de la talla de Teresa de Calcuta. O ante un payaso vocacional que lleva varios años dando la vuelta al mundo en bici, haciendo reír a los niños de cientos, miles de poblados inmundos (por cierto, si no conoces su web, es biciclown.com. Muy recomendable).
Te decía, amigo Sir, que estoy a años luz de los meapilas y de los visones de comunión diaria. Pero me encuentro muy cómodo creyendo en aquel hombre (que, por cierto, existió).
Soy un mal cristiano, lo sé, y no tengo muy claro cuál es la transcendencia ultraterrenal del personaje; estas cuestiones no pueden dirimirse desde la razón, y mi fe, la verdad, hace agua. Por otro lado, jamás me preocupé de hacer proselitismo de ninguna clase, lo cual no creo que me procure muchos puntos para una plaza en la eternidad. Trataron de hacerlo conmigo una vez, siendo yo muy joven, un tipo relamido, del opus, en un tren. Tardé en mandarle cerca lo que tardé en oírle hablar.
En fin, Sir, siempre he tratado de hacer bien, o al menos, de no hacer daño a nadie, pero no porque lo dijera Cristo, sino porque mi madre, a la que tengo la fortuna de conservar, se ocupó de ello.
Por último, amigo, aunque haya discrepancias, déjame decirte que no me habría molestado en escribir este texto, contestando al que has tenido la delicadeza de dedicarme, si tu exposición no destilara buena voluntad y respeto de la primera palabra a la última. Admiro tu elegancia y espero seguir disfrutando mucho tiempo de tu magnífico cuaderno.
Y no te preocupes, ya sabes lo que decía el viejo profesor : "Dios nunca abandona a un buen ateo".
Un fuerte abrazo.
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6 comentarios:
Un error, o más bien mi ineficacia, impide que el vínculo lleve al texto deseado. Me refiero a la entrada de Sir John More titulada como queda escrito, de fecha 17/10/2007. Pido disculpas.
Sólo tengo algunas pequeñas puntualizaciones a tu texto, querido amigo, tan minúsculas que ahora no merece la pena pararse en ellas, puntualizaciones que no me impiden afirmar, en las palabras de mi mejor amigo (y nunca mejor usada la expresión), que has dicho el evangelio. El tema da para mucho, pero largos son nuestros cuadernos (así lo quiera Dios...), y tiempo tendremos de continuar el diálogo. Gracias por tus palabras.
Leerte ha sido como un remanso de paz en la vorágine semanal, así como la constatación del reconocimiento de mi propia experiencia en tus palabras. Sabio, prudente y sensato eres, amigo.
En medio de tanta seriedad, un pequeño apunte que se pretende cómico: ¿y qué tienes tú contra los peritos agrícolas? ¿Por qué no porteros de balonmano, decoradores o ceramistas?
Un fuerte abrazo.
Un placer leerte. Tu discurso me recuerda que hace un tiempo, estaba bien visto lo que podríamos llamar un hombre cabal, un hombre de pies a la cabeza, un hombre íntegro, con una integridad más aliada al integrismo que a la posibilidad de conciliación. Da gusto ver que cada vez somos menos íntegros de
integrismo y más conciliadores.
Querido Sir John, los griegos se reunían, como sabes, en el ágora, para intercambiar pensamientos, puntos de vista, opiniones. Para dialogar. De eso se trata, y desde aquí lo estamos fomentando.
Una cita de Voltaire que acabo de leer: "No estoy de acuerdo con lo que piensas, pero estoy dispuesto a defender con mi vida tu derecho a expresarlo". Pues eso...
Un abrazo.
Querido Rythm, me sobreestimas, lo creo de verdad, pero al margen de esto, si leer un texto te ha servido para relajar tensiones (me consta que las tienes), pues me alegro.
Un abrazo.
Lo sabía, FPC, lo sabía en cuanto leí en mi texto que había puesto "perito agrícola". Pero eso no supone que tenga nada contra ellos, Dios me libre, con la mala leche que tenéis...
Un abrazo.
Bien establecida la diferencia, Cerillo, entre hombre íntegro y hombre integrista. ¿Cómo pueden tener la misma raíz lingüística dos términos tan opuestos?
Un abrazo.
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