Esta mañana, por fin, tras no sé cuántos aplazamientos por diferentes causas he podido ir al Museo Tyssen.
Pocas veces el nombre dado a una exposición podía declarar tan palmariamente una certeza. La mayoría de quienes vivimos el arte como una consecuencia inevitable de nosotros mismos, indisociable de nuestra propia sustancia, para bien o para mal, hemos podido contemplar, desperdigadas, algunas de estas pinturas en otros museos, otras colecciones, otros países. Pero ver reunidas bajo la explícita consideración de últimos paisajes la mayor parte de ellas, hace cobrar una inquietante conciencia de la producción frenética que ocupó las últimas semanas de este queridísimo monstruo. Y sólo entonces el título adquiere la verdadera dimensón de punto final, por más que todos sepamos cómo y cuál fue el fin del atormentado artista. Como si sólo entre estos cuadros habitara la certeza incontestable: la verificación. Esta es la sensación que me ha invadido apenas traspasado el umbral. No he querido ver técnicas, maneras, resoluciones... nada. No he querido admirar los cuadros de Vincent, sino más bien ver, desde ellos, sus ojos, sus manos, sentir su respiración, convivirle desde cada una de sus telas, si puede expresarse así. Las notas de los catálogos hablan de evolución temática, de intenciones creativas, de puntos de vista alejados, o al menos no demasiado próximos a los empleados hasta su estancia en el manicomio de Saint Rémy. Doctores tiene el arte; mi máximo respeto para ellos. Pero algo ocurre, mucho más transcendente, en la cabeza del genio, cuando la tempestad de la creación no puede separarse de la vida, hasta el punto de crear más de cien obras, no precisamente menores, en apenas diez semanas. Nada escapa al paroxismo de Vincent, convertido ya en el más grande instrumento roto del huracán que lo eligió. El epílogo anunciado -nunca sabré hasta dónde fue consciente- se deja ver en los trigales, que de repente ya no son una excusa para pintar segadores o recrear almiares, sino tan solo eso: trigales como mares mecidos por el viento. Sin más. Los prados no requieren de referencias humanas o urbanas: sólo prados, campos, aire, atmósfera desprovista de cualquier anécdota que distraiga de lo esencial. Trasunto, quizá de simples espacios atemporales impintables. Quizá estaba pintando la eternidad. Quizá su último pincel fue la pistola.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Al parecer dejó escrito en una de sus últimas cartas: "Estos días trabajo mucho y deprisa; al hacerlo así trato de expresar el paso desesperadamente rápido de las cosas en la vida moderna". Me temo que se vió finalmente vencido por ese vértigo al que aludía. Supongo que como bien apuntas, el arte fue también para él la consecuencia inevitable de si mismo.
Hay en la entrada un ritmo rápido, un contagio de lo que se ha visto y, según parece, se ha disfrutado mucho.
Me alegro. Un abrazo, artista.
Querido amigo: yo también estuve en la exposición con mi familia, y pensaba escribir sobre ella. Sin embargo, tus palabras me han dejado más que satisfecho, porque comparto al cien por cien las sensaciones que tan bien describes.
Lo mejor fue ver las pinturas con los ojos de Itziar. Un abrazo.
Es cierto, dr, no sólo lo dejó escrito, sino que la cita queda entresacada en uno de los paños que van complementando la exposición. Con todo, no es la rapidez lo asombroso (que ya es bastante)sino el frenesí que la acompaña.
Rythm, llevar a los chicos a las exposiciones de arte, o a cualquier otra manifestación cultural, es un caldo de cultivo excelente para su futuro, así en abstracto. Enhorabuena.
Enhorabuena a ti. Te va bien pasar por lumbalgias y desacuerdos con la cibernética. Cuando llegas a la pintura estallas: y tú sabes bien de ese frenesí, de las ganas, del deseo acuciante. Artista de renombre o no, el impulso es el mismo. Por eso te llega. Por eso nos llega y lo entendemos con tus palabras. Un fuerte abrazo.
Un placer, amigo fpc, hallarte de nuevo por estos lares. Gracias por la inyección de ánimo (no todo van a ser inyecciones de B12), aunque no sé yo si no te ciega la pasión.
Un abrazo, compañero.
Magnífico preludio para mi visita a Madrid. El sábado 8, a la 1 de la tarde, tengo una cita con esas maravillas que tan bien describes. Llevaba meses con ganas de ver la exposición, y ahora, a una semana de la visita, llegas tú y me pones la miel en los labios... Gracias porque creo que llegaré antes que el AVE... Un abrazo.
Amigo Sir John, celebro que vengas por el foro, y más aún, que tengas la ocasión de pasarte por el Thyssen. Por lo poco que conozco de ti a través de tu estupendo blog, y por lo que intuyo, vas a disfrutar como un enano. Me gustaría mucho conocer tu opinión. Un abrazo, amigo.
PD- Aunque ya lo hayas hecho otras veces, merece la pena volver a dar una vueltecita por la colección permanente del museo.
No voy a decir nombres, mezclados en la exposición hay otros pintores.
Debe traer una chaqueta, dentro del museo hace fresquito.
Saludos
Publicar un comentario