viernes, 30 de noviembre de 2007

Un guiño (para Diarios de Rayuela)



El amor por la tierra en la que le han parido a uno, no es transferible. Como tampoco lo es el dolor por el daño que le puedan producir, por insignificante que parezca. De ahí la exultación o el abatimiento. Hoy, que me pareces algo más próximo a lo segundo, quiero enviarte este regalo simbólico como testimonio del profundo cariño que siento por tu patria chica.

Un abrazo.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

¿Cómo dice...? (V)

Conviene dejar claro para general conocimiento, como se decía en tiempos, que ni soy lingüista ni Dios lo permita, porque si tuviera yo que vivir de la muy noble causa de velar por el buen uso de nuestra lengua, ya me habría avisado seriamente el corazón, estoy seguro. Vaya desde aquí mi más sincero testimonio de admiración a quienes lidian ese morlaco a diario, porque de ellos es el reino de los cielos.

Si algún mérito tengo (suponiendo que sea un mérito), es el de poseer cierta facilidad innata para la música, la pronunciación de lenguas extranjeras -lo que no me convierte en políglota, ni mucho menos-, y la certidumbre de que una cosa está bien o mal dicha en el idioma propio, aun sin poderlo argumentar. Y es que desde chico siento amor por la palabra.

Por esa misma razón, ruego a quien me cace un gazapo, circunstancia de la que no estoy libre, me lo haga saber de inmediato para pedir disculpas y rectificar, cosa que tampoco me cuesta ningún trabajo.

Dicho esto, vamos con las perlitas de hoy, que no tienen desperdicio.

1- Al día siguiente de la lectura pública de la sentencia del juicio por el salvaje atentado del once de marzo, doña Pilar Manjón asistió a uno de los muchos programas especiales que emitieron las cadenas de TV. Apenas iniciado su turno de palabra, esto fue lo que dijo: "Con lo que voy a decir, no quisiera dar una imagen impolíticamente correcta." Bien, poco más que añadir. Seamos benévolos y achaquémosle la coz a una lógica tensión emocional.

2- Programa radiofónico. Espacio en el que el oyente tiene la palabra para denunciar hechos o situaciones anómalas. Una señora un tanto airada, relata lo vergonzoso de la atención prestada en un hospital en obras en el que estaba "todo enfandangado". Pues, hombre, ya que al parecer estaba todo manga por hombro, digo yo que unos fandanguitos contribuirían a suavizar la situación.

3- Extraído de un diario local: "Un perro ha evitado que su dueño falleciera cuando un toro le atacó propiciándole varias cornadas". Lástima que no dejaran al perro escribir la crónica. Sin duda, lo habría hecho mejor que esta lumbrera.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Cartas

Lo abro como cada día, con gesto mecánico, recojo su contenido sin la menor curiosidad, y cuando entro en casa lo dejo encima de la mesa con la misma indiferencia con la que me vacío los bolsillos. Ya sé lo que hay, de modo que lo dejo para más tarde, dado su interés, y me dispongo a hacerme un café. Y mientras me siento a disfrutarlo, me sorprendo añorando una prática irrecuperable.

No soy de los que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, como tampoco me declaro vanguardista incondicional. Entre otras cosas, porque detesto el encasillamiento impuesto por las etiquetas, que suelen ser tan dogmáticas por un lado como excluyentes por otro.

Lo que echo de menos es que en el buzón ya no haya cartas. Me refiero, naturalmente, a aquellas misivas que eran todo un rito, un arte en sí mismas, sin que el emisor tuviera que ser necesariamente un artista. Era la elección del papel -no servía cualquier papel para según qué cosas-; la disposición para escribir que era necesario adoptar (sentarse a la mesa, tomar la pluma, contar con un poco de tiempo, cierta tranquilidad...); era la necesidad de pensar en el receptor, y así elaborar lo que se quería decir y cómo; era la liturgia de las formas (fecha, encabezamiento, márgenes...); era el pudor de no cometer faltas de ortografía, así como el placer de la caligrafía. Y también era el arte de doblar el papel adecuadamente para su digno acomodo dentro de un sobre que tampoco era cualquier cosa. Era, al fin, escribir, si cabe con mayor
esmero, el nombre y dirección del destinatario, un remite discreto y por último, la correcta colocación del sello.

Recoger del buzón una carta en la que veías tu nombre manuscrito, tenía un pellizco casi imperceptible de emoción porque llevaba implícito el anticipo cierto de que dentro del sobre, alguien, cuya identidad acababas de desvelar por su letra, tenía cosas que decirte a ti y sólo a ti; que su mano y su pluma y sus borrones estaban ahí porque tú estabas ahí.

Eran las cartas que emigrante en Alemania escribía a su madre, las que el soldado, a su novia, las que el amigo, al amigo. Y también las que han constituido el eje básico de las relaciones entre no pocos escritores, pensadores, políticos, científicos y artistas, sin cuyo amarillento tetimonio es posible que nunca hubiéramos podido acercarnos a su dimensión más humana. Y qué coño, las que constituyen por sí solas un género literario.

Hoy los buzones han devenido tristes receptáculos de propaganda, facturas y extractos de cuentas. Táchenme de romántico baboso y pastelón, pero añoro aquella práctica. Que sí, que los tiempos son otros, ya lo sé, que si el fax, primero, los SMS después, el mail, ahora, y mañana, lo que venga. Hoy todo es más rápido, y así debe ser, más sencillo, de acuerdo, todo en tiempo real, vale. Pero el hilo mágico, siempre nuevo y siempre único que tejía la carta en su recorrido, ése, no hay técnica que lo rehabilite. Pónganse la mano en el corazón y díganme si es lo mismo "guapa, te echo mucho de menos y te quiero", escrito con una estilográfica en un papel verjurado, que "wapa te exo muxo de - y tq" en la fría pantallita de un móvil.

viernes, 16 de noviembre de 2007

De fechas y gestos simbólicos

Es posible que esta entrada me procure algún tirón de orejas, pero tendré que correr el riesgo. Ayer, a las ocho de la tarde, como ya ocurrió el año pasado por estas fechas, y no sé si también el anterior, se apagó durante cinco minutos una parte significativa del alumbrado público de varias ciudades españolas. Ignoro si también europeas. La iniciativa, ya se sabe, de alguna plataforma de estas que proliferan ahora igual que las setas. Hasta no hace mucho tiempo, no había más plataformas que las petrolíferas, las del tranvía y las de los zapatos de las mujeres cuando aquella moda, pero se conoce que nos resultaron escasas. Ahora, el que pretenda hacerse oír, o se sube a una plataforma, o nada que hacer.

Bueno, pues a lo que iba. Ayer, apagón a las ocho, y a las ocho y cinco, de nuevo la noche urbana en todo su esplendor. Al fin hemos conseguido llamar la atención de la humanidad sobre los peligros del consumo desmedido de energía. Y la humanidad, que es tan sensible a estas cosas, aprenderá del gesto simbólico y moderará el consumo en lo sucesivo. Y colorín, colorado. Qué progre todo, cómo me gusta. Un minuto después nos seguiremos dejando la luz encendida, volveremos a dejar correr el agua innecesariamente o pondremos otra vez la calefacción a 26 grados porque a final de mes se paga y se acabó, pero, qué coño, habremos marcado un hito en la historia de la conciencia social con el apagón solidario.

Pero no nos conformamos con esto. Hay otras muchas plataformas y gestos simbólicos que están contribuyendo decisivamente a la creación de un nuevo orden mundial, al paradisíaco amanecer de una esplendorosa sociedad azul celeste y rosa. Por ejemplo, el día mundial (nada menos) sin tabaco, en el que, como es sabido, nadie fuma y se dispara la venta de caramelos; el día de la bicicleta, en el que, o coges la bici o eres un reaccionario, aunque la víspera la hayas usado por la Castellana y los conductores te hayan puesto a parir; el día sin coches, en el que resulta gozoso comprobar cómo las ciudades recuperan por arte de magia su romántico aspecto decimonónico. Pongan Vdes. un poquito de música de violín, que en este punto del relato, viene muy bien.

-Oiga, y todo esto, una vez al año, ¿resulta efectivo?
-Hombre, efectivo, no, pero son gestos simbólicos para la sensibilización.
-Ah, ya. Oiga ¿Y no podríamos fijar un día nacional de atención inmediata en el médico de la seguridad social? ¿O el día de la amabilidad del funcionario? ¿O el de la inmediatez en las respuestas administrativas?
-Pero, ¿usted en qué país vive?
-Pues en España...
- ¿Entonces?
- Ya, nada, usted perdone...

Lo tengo decidido. Si un día decido volver a fumar de manera regular, empezaré el día sin tabaco; el día sin coches, me pondré al volante para recorrer los cien metros que me separan del descampado donde paseo al perro; el día de la bicicleta, me quedaré en casa viendo en la tele el estilo con el que pedalea Gallardón; compraré pasteles para mi madre cualquier día menos el de la madre. Y si mis hijos me quieren regalar un libro, que lo hagan cualquier día menos el de San José. Y si algún día parto las peras con mi amore, a la que adoro, procuraré por todos los medios que sea el día de San Valentín. Por aquello del gesto simbólico.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cinco palabras

"Por qué no te callas".
Bravo. Ya era hora de que un jefe de estado le tapara la sucia boca al gorila fascista y opresor. Al asesino de las libertades de un pueblo al que dice representar. Seguirá cagando por esa boca, pero esto no se le va a olvidar. Cuando lo derroquen se acordará de que todo empezó cuando el rey español le mandó callar.
Si no fueran tan prepotentes, tan estúpidamente soberbios, tan estériles en sus dogmas, nuestros políticos deberían ver en el corajudo gesto real una lección magistral. Especialmente quienes le hacen el caldo gordo y le ríen las cancioncitas a este canalla y a otros de su ralea.
Lo políticamente correcto no cabe frente a los comemierdas incorrectos.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Más sobre los procesos creativos


Otras veces es mejor dejar que la mano anticipe su movimiento al de la cabeza. Hay días que, por lo que sea, vienen así. Entonces no hay lienzos blancos con los que iniciar el contacto, ni ideas flotando a la espera de ser cazadas. No. Tan solo un lápiz en la mano y un cuaderno de bocetos. Es mejor pensar en algo leve, incluso frívolo. O sintonizar una emisora absurda (eso no cuesta ningún trabajo), o una música estúpida (menos todavía). Algo, en definitiva, que no permita la concentración. De ese modo, la mano tiene que ver cada vez menos con la cabeza, y cuando quieres darte cuenta, hay dibujadas unas figuras inconexas, carentes de orden aparente, que van llenando la superficie que tienes delante. Algo así como el garabateo absurdo de alguien que tiene la costumbre de tontear con un lápiz y un papel mientras habla por teléfono.

Poco a poco, sin prestar más atención que la justa, se van perfilando más unas líneas, se repasan levemente otras, se corrige un perfil o se elimina una arista.

Es entonces cuando, quizá tras una pausa para hacer café o para estirar las piernas, observas lo que has hecho y te parece que aquello podría ser un pájaro. O un busto de mujer. O una chica embarazada. Se diría que la mano lo sabía desde el principio, pero la cabeza, no.

Sólo a partir de ese momento, ambos ejecutores empiezan a trabajar juntos, sabiendo ya claramente lo que se quiere trasladar al lienzo. Y sólo a partir de ese momento se hace imprescindible eliminar la bazofia que sale por los altavoces y ponerse a trabajar en serio.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Jálogüin

Ahora que los muertos vivientes, o los vivos murientes o lo que quiera que sea la tontuna esta, han vuelto, al fin, a la confortable humedad de sus tumbas, es hora de que los vivos vivientes hagamos alguna reflexión al respecto.

Ya quisiéramos muchos que las leyes españolas se cumpliesen con la mitad de rigor con que se cumplen las directrices no escritas provenientes de EE.UU. Los yanquis son imperialistas, prepotentes, belicosos, invasores, interesados, infames, viles, manipuladores, altivos, soberbios y todos los amables adjetivos que Vdes. quieran añadir. Pero como un día les dé por comerse el palo del chupachup y tirar el resto, en España se arruina la industria del caramelo.

Que sí, que mucha tradición y mucha gaita, pero las tradiciones suelen arraigar con enorme fuerza en la tierra donde nacieron, abonando de generación en generación las costumbres y la idiosincrasia de las gentes que la habitan. A veces son exportables porque encajan bien en alguno de los cientos de aspectos importantes que conforman la comunidad mundial. Pero me parece -hombre, tampoco soy etnólogo-, que la mayor parte de las tradiciones tienen el vuelo corto (el de la distancia, claro, no el del tiempo). Salvo cuando vienen de EE.UU., me cago en la leche.

¿Quieren Vdes. decirme qué tiene que ver con nosotros una estúpida calabaza hueca con agujeros a modo de ojos y boca, y una vela encendida dentro? ¿Y que además se supone que tiene que dar miedo? Pero, coño, si aquí la calabaza ha estado siempre ligada al labriego de pana, alpargata y azadón.

Pero, vamos a ver, con lo que este país nuestro es para con sus muertos (recordemos que sólo hay una ofensa equiparable a la de mentar la honestidad de la madre, y es me cago en tus muertos), ¿va a resultar ahora que en los cementerios tienen que salir a pasear una noche al año un ejército de ridículos andrajosos haciendo uuh, uuh? Pregunten Vdes. a cualquier borrego disfrazado de momia lo que significa Halloween, y les dará una conferencia. Ahora bien, pregúntenle después quién fue Zorrilla y seguramente les dirá que una pilingui joven; pregunten quién es don Juan Tenorio, y les dirá que uno de operación triunfo.

Preparémonos. Dentro de nada tendremos que celebrar el día de acción de gracias. Compraremos para la ocasión un pavo de 38 kilos y el cabeza de familia tendrá el honor de trincharlo entre la emocionadas lágrimas del resto de los comensales. A poco que los americanos se empeñen, nuestros niños jugarán sólo al beisbol, y todos, sin excepción, sufrirán un terrible trauma de por vida cuando alguna vez su padre se olvide de ir a verles jugar un partido. Atentos, ya queda menos para cambiar el 6 de diciembre por el 4 de julio.

¿Vdes. se imaginan a un yanqui con boina? Pues aquí a nadie extraña un español con gorra NY. ¿Vdes. han visto a un yanqui metiéndose unas fabes entre pecho y espalda? ¿O comiendo jamón pata negra, o paella? Pues aquí las franquicias de comida basura made in USA llevan años haciendo su agosto. Está haciendo estragos en nuestras calles y discotecas el hip-hop de gorra torcida, camiseta XXL y pantalón cagao. ¿Han visto Vdes. a algún yanqui bailar sevillanas (quiero decir, sin que parezca un extraterrestre)? Yo, no.

Pero, cuidado: Clinton bailó la macarena. La venganza está próxima.

jueves, 1 de noviembre de 2007

¡Socorro, los asesores!

Parece bastante claro que el de los asesores de imagen es un sector que no pasa por sus mejores momentos, a juzgar por el ganado que vemos y oímos en los medios de comunicación todos los días. Válgame Dios.

Yo siempre había creído que los asesores de imagen eran un grupo de profesionales -desde psicólogos a decoradores, desde diseñadores a peluqueros, desde maquilladores a lingüistas- cuyo trabajo consistía en ayudar a determinado personaje público a moverse, hablar, peinarse o decorar su entorno de acuerdo con lo que se supone que la gran masa espera de él. Y en ayudarle también a evitar poses, palabras, posturas, latiguillos y otros automatismos que, tomados de uno en uno no significan gran cosa, pero que en un momento dado se pueden convertir en una cagada incómoda.

Pues bien, se diría que últimamente los principales partidos de esta feria han llegado a un acuerdo mediante el cual, los asesores del gobierno trabajan para la oposición y viceversa.

¿No se cansará el señor Acebes de arrastrar la última sílaba de la penúltima palabra de una frase, como si estuviera pensando en cómo terminarla? Verbi gratia: "No se puede negociar con loooooos terroristas". O bien: "No apoyaremos estaaaaaaa medida". Si lo observan Vdes., verán que llega a resultaaaaaaar cansino.

Sigamos ilustrando. A ver. Quién. Puede. Explicarme. Por qué la. Vicepresidenta. Del gobierno. Habla. A saltos. ¿Cómo es posible que el ministro de trabajo y asuntos sociales siga colocándose esa especie de bisoñé (aunque sea su pelo, parece un bisoñé), al modo de un querubín de Rafael? ¿Por qué no se corta un poquito el Sr. Zaplana con su falso moreno de yate, o en su defecto, se calza unas gafas de sol? ¿Quién le ha dicho a l Sr. Aznar que el bigotito ya canoso encaja con esas melenitas tintecastañas super hiper mega cool de niñato del barrio de Salamanca, osá, que luce con orgullo de veinteañero? ¿Por qué no hacen algo con las cejas de Ibarretxe, que parece (como ya apuntó agudamente mi amigo Diarios de Rayuela), recién llegado de Star Trek? ¿O con su calva, para que no parezca un helipuerto? En fin, dicho esto, pongo mi imagen a disposición de cualquiera que me quiera fusilar. Mis últimas palabras serán: "Vale, pero yo no tengo un asesor".

Pero vamos con la crème de la crème. Zapatero y su Z. Tiene guasa, que diría mi amigo sevillano Sir John More. Ahora va a resultar que un error de dicción, que el presidente repite hasta aburrir a las almejas, va a ser la estrella, el santo y seña de su campaña. Manda huevos. El atril de alocuciones se ha convertido en una gran Z roja, y lo peor es que, presidiendo el espacio tras el tribuno de turno, aparecen, enormes, altivas, orgullosas, cuatro palabras a modo de lema para la posteridad: Solidaridaz, Seguridaz, Modernidaz, Sensibilidaz. Claro que, en descarga, se dice que los asesores en la materia han sido los mismos que llevaron al congreso el plan de educación.

A mí, sinceramente, la campaña de marras, aparte de poner de manifiesto la indigencia creativa de sus autores, me parece una soberana gilipolled.